La Gran Novela Boricua

Puerto Rico enfrenta el fin de semana más difícil en su historia: Los estadistas organizan un plebiscito, un huracán categoría 6 se acerca a la isla, los chupacabras desean una invasión, el Presidente de los Estados Unidos está enamorado de una cantante de «trap» del país, fuerzas revolucionarias planifican un descabellado ataque, un narcotraficante quiere atrapar al amante de su esposa, un gringo y un coquí se han declarado la guerra, y muchos otras situaciones y personajes coinciden con trágicas y divertidas consecuencias.
Este libro ocupó el tope de ventas de ficción en Amazon durante marzo de 2019.


Aquí el prólogo, como anticipo…
Antes de entrar en los detalles sobre los eventos que llevaron a la isla de Puerto Rico a su último día en el planeta, primero debemos entender un poco sobre su extensa y compleja historia.
Vayamos al comienzo: Tras haber creado maravillas naturales tan útiles como la luz y el agua, Dios –autor del universo y la Tierra– decidió dar su pincelada maestra con el Paraíso. Este lugar estaría libre de algunas de sus obras que, si bien resultaban curiosas y amenas, no eran prácticas (ejemplo: la nieve). Decidió que este lugar era bueno y que debía ser exclusivo, así que lo limitó a una pequeña isla de penetrante color verde, y la rodeó de un azul intenso que acariciaba la vista contra un cielo blando y claro, que por las noches brindaba las más brillantes estrellas. Dios decidió que éste sería su lugar para sentarse a disfrutar del sol, una de sus creaciones predilectas.
Dios estaba muy entusiasmado con esto de inventar, y le pareció buena idea crear a alguien que pudiese admirar su obra. A su imagen y semejanza creó a Adán, el primer puertorriqueño. Adán encontró que el Paraíso era hermoso, y estaba muy orgulloso de su origen (“Yo soy paraiseño, ¡pa’ que tú lo sepas!”), aunque el orgullo no se le notaba cuando comía frutas y dejaba las cáscaras tiradas por todos lados.
Adán pensó que necesitaba alguien que recogiese sus desordenes, así que le dijo a Dios que se sentía solo, que si esto y lo otro. Entre una cosa y otra, con tal de callarle la boca, el Señor cedió al “ay bendito” y creó a la mujer, la cual llamó Eva. Adán pronto le mostró su amor exigiendo que se quedara limpiando en lo que él compartía con sus amigos, lo cual resultaba sospechoso porque aún no existía otra gente para janguear. Eva, de un golpe, le rompió una costilla.
La relación entre Adán y Eva no iba muy bien. No existía la televisión, Instagram ni Netflix, así que el hombre, bruto desde sus comienzos, no encontraba qué hacer junto a ella. Eva quería hablar y tener una relación llena de comunicación, pero cada vez que algo le molestaba de Adán, no se lo decía, y solo ponía cara larga. El hombre, sin ninguna otra idea en mente, decidió invitarla a cenar para olvidar las asperezas.
Dios tenía un lugar en Rincón donde prefería disfrutar del atardecer. Allí había puesto una palma de cocos, para refrescarse mientras se deleitaba con la brisa y el paisaje. El Creador compartía toda la inmensidad de la creación, pero allí había puesto un límite: que nadie se acercara a sus cocos.
Adán cometió el error que los hombres han sufrido desde sus comienzos, que fue preguntarle a su mujer dónde quería cenar. Ella quería comer donde asisten las personalidades más exclusivas, y en aquellos tiempos la única figura en farándula era Dios. Adán y Eva comieron de los cocos prohibidos, lo cual colmó la paciencia del Señor. Dios les dijo que el Paraíso jamás sería de ellos, y que vivirían siempre bajo invasores. Resignados, Adán y Eva se limitaron a procrear, ya que aún no existían gasolineras para comprar condones a última hora. Los hijos entonces se fueron a estudiar a Estados Unidos, o a “mochilear” por los principales continentes, por mero pretexto para irse de la casa.
Millones de años después, el hombre había poblado la Tierra, y los puertorriqueños estaban casi inexistentes. El humano estaba al garete, así que Dios decidió limpiar la casa y comenzar de nuevo. Noé, un individuo que era buen hijo de Dios, y quien mantenía casi puras sus raíces boricuas, recibió la encomienda de crear un arca en la cual pondría dos animales de cada especie.
Noé le puso a su embarcación el nombre “La Mamisonga”, lo cual abochornó tanto a los autores de la Biblia que decidieron dejar fuera la referencia, así como obviaron la banderita boricua que enganchó en el cristal trasero de la enorme arca. Poco antes del diluvio, metió a sus hijos y nueras dentro del barco, ya que entendía que tenía derecho a esa “pala”.
Llovió durante cuarenta días y noches. Cuando las aguas regresaron a su nivel, el arca quedó en Puerto Rico. Noé se puso un poco jaquetón con el asunto de que había sobrevivido al mal tiempo, así que Dios, no sabiendo qué hacer con estos incorregibles, decidió darle una lección creando los huracanes. En pocos años, el arca había desaparecido, ya que la madera era removida para proteger las ventanas de las propiedades cada año. Los hijos de Noé, buscando mejores oportunidades de empleo, se fueron por el mundo, llevándose a varios de los animales del arca para venderlos en el mercado negro de animales exóticos.
La Tierra, después de millones de años de amor conyugal y noches de borrachera, volvió a poblarse, pero el asunto no fue mucho mejor. Dios se resignó. No era necesario destruir de nuevo el planeta y la humanidad; su propia creación se ocuparía de ello. La misma raza humana se castigaría, lo cual explica el eventual éxito de Ricardo Arjona.
Y el tiempo pasó. La mayoría se había olvidado de Puerto Rico. Allí vivían los taínos, quienes estaban felices de haber hallado una isla tan preciosa. Pero el castigo impuesto desde el comienzo por Dios se hizo sentir. Llegaron los españoles, y no dejaron vivo a ningún taíno, matando hasta las mujeres y los bebés mientras se robaban el oro precioso que el Creador había puesto allí. El patrón de matar y robar se extendió por generaciones.
Entonces, por eventos históricos dudosos, un día acabaron siendo botín de una guerra entre España y Estados Unidos. Los gringos decidieron probar el Caribe, y Puerto Rico era el plato para degustar. Para demostrar que eran superiores a los españoles, los estadounidenses no se robaron el oro –el cual de todas maneras ya estaba agotado– y se adueñaron de la industria azucarera, apoderándose de fincas a través de bancos que ellos mismos regulaban, y pagando una miseria a los trabajadores.
Todo esto sonaba a “explotación y coloniaje”, así que los Estados Unidos –en un impulso de corregir errores– cambió su política a “explotación y algo que no se llamara coloniaje”. De ahí se inventaron el ELA, o “Estado Libre Asociado”, o “Lo mejor de dos mundos”, o “¿Hablan en serio? Tienen que estar jodiendo”.
El país se dividió en tres ideologías referentes a cuál debía ser el status político de Puerto Rico. Estaban los llamados Populares, recogidos dentro del PPD, o Partido Popular Democrático. Estos son los mencionados estadolibristas, quienes desean mantener el status actual, cuyo mayor atractivo es lo que se conoce como la ciudadanía americana, una condición que permite a los puertorriqueños viajar a Disney World sin tener que hacer la fila de aduana –y los boricuas están dispuesto a lo que sea por evitarse una cola– así que tienen una gran fuerza, a pesar de que años después los Estados Unidos confesó que eso de “ELA” era jodiendo, que seguíamos siendo colonia.
Otro grupo de gran fuerza lo forman los Estadistas, recogidos bajo el PNP, o Partido Nuevo Progresista. Estos son lo que quieren ser un estado de Estados Unidos, aunque muchos nunca han estado en un estado. La mayor limitación es que Estados Unidos no interesa ese tipo de arreglo, algo así como el amante que no quiere casarse e insiste que bastante ya ofrece prometiendo estabilidad y protección, así que ponte esa “baby doll” ahora mismo, gracias.
Por último están los independentistas, quienes a pesar de tener el PIP, o Partido Independentista Puertorriqueño, se agrupan por varios bandos, dependiendo en sus posiciones referentes a la democracia, el uso de la violencia y, sobre todo, acerca quién debe tomar el crédito por haber liberado a Puerto Rico. Los independentistas representan una porción insignificante en las urnas, recibiendo menos de uno de cada veinte votos. Esta reducida participación se debe a una concienciación de los puertorriqueños referente a sus posibilidades económicas y políticas, y además a la aplastante maquinaria gubernamental que destruyó el movimiento nacionalista, mediante medidas como la Ley de la Mordaza y restricciones al uso de la bandera. Ante el poder de convencimiento de la persecución política y social, muchos boricuas cambiaron su ideología por estadolibrismo y estadidad, considerando también que esto les ayudaba a conseguir puestos por “pala” en el gobierno, dependiendo de cuál partido estuviera en el poder.
Ésta es la historia y situación de Puerto Rico, el país más hermoso y singular que Dios creó. Pronto llegará a su fin por razones muy complejas para explicar en pocas oraciones. Comencemos conociendo al gobernador.
(Alexis Sebastián Méndez, Derechos reservados)
De aquí se pasa al primer capítulo, puede descubrir la historia del último fin de semana de Puerto Rico en:
La gran novela boricua – Bad Abelardo
La gran novela boricua — Libros787.com