Cuando las series se joden pa’l carajo

«Kim», quien piensa que un asesino narcotraficante sigue vivo y «Saul», con una cantidad inmanejable de clientes, pensando en cómo perder tiempo para mortificar a «Howard», justo en este momento tan inoportuno…

“Better Call Saul” se jodió. Y como lo considero parte de “Breaking Bad” (ya que no es un “spin-off”, más bien es una precuela), lamento aceptar que se ha embarrado lo que considero como una de las obras mejor escritas, de cualquier medio narrativo, incluyendo literatura, cine y teatro.

Justo en su última temporada, viene la serie y salta el tiburón.

Debo explicar esa expresión antes de continuar.

En los 70, una de las comedias más exitosas de la TV era “Happy Days”, sobre jóvenes de escuela superior durante la década de los 50. El personaje más reconocido era “Fonzie”, un joven que era la imagen de “cool” entre sus compañeros. Ya el programa mostraba su agotamiento en la quinta temporada, y en un intento por llamar la atención, los creadores abandonaron sus premisas creíbles, para presentar a “Fonzie” brincando en “jet skis” sobre un tiburón. Desde entonces, “saltar el tiburón” se refiere al punto en que una serie que alcanzó su vida útil, pero insiste en continuar, aunque tenga que romper su molde.

«Fonzie», haciendo historia de la peor manera

Todos podemos recordar estos casos. Los fanáticos somos muy testarudos para aceptar que algo se arruinó. Mi caso: Considero que una de las creaciones más geniales en la comedia es “Arrested Development”. La serie terminó de manera apresurada, pero genial, en su tercera temporada. La cancelación fue causada por su poca audiencia, pero los críticos y fanáticos rabiosos crearon un culto que culminó con el regreso de una cuarta temporada a Netflix.

La cuarta temporada fue un desastre, pues alteró el formato de la serie, y arruinó sus personajes, en particular al centro de moral en la familia, interpretado por Jason Bateman, que se convirtió en un tráfala más. Pero lo fanáticos “hardcore” no quisimos aceptar esa realidad, y Netflix nos ofreció una quinta temporada. Mientras miraba los episodios (simpáticos, pero lejos de geniales), me percaté que me estaba obligando a disfrutarlos, como quien se come un postre que se ha comenzado a dañar, pero no va a dejarlo perder.

Cuando «Arrested Development» era «Arrested Development»

Evité esa experiencia con “The Office”. Recomendé la serie desde su primera temporada, cuando todos la ignoraban. Son muchos a quienes convertí antes de su gran fama, lo que me hacía sentir como un “hípster”.

Entonces se retiró el personaje de “Michael Scott”. Traté unos cuatro episodios posteriores, y abandoné la serie. Muchos siguieron, justificando dos temporadas que están obligados a reconocer como olvidables, pues cada vez que comentan sobre momentos de la serie, está envuelto el personaje de Steve Carrell. “The Office” tendría otros buenos personajes: nadie quería despedirse aún de Dwight, Jim, Angela, Creed y el resto. Pero esos personajes no significan nada sin su centro. Por ejemplo, “Los Simpsons” tiene un universo de personajes fantásticos, pero solo cuentan en su interacción con “Homero”. Sacas a “Homero” de “Los Simpsons”, y ya pierden su valor. Lo mismo con “The Office” y “Michael”. Pero los testarudos no lo aceptan, como quienes toleran la trilogía reciente de “Star Wars”. El tiburón ha sido saltado.

Aquí debió terminar «The Office»

Ahora, hablemos del tiburón en el universo de “Breaking Bad”.

Primero, quiero abundar en mi admiración a la serie. Voy a apartar las excelentes actuaciones, el balance apropiado de drama, humor y violencia, y sus muchas otras virtudes, para enfocarme en su fortaleza más admirable: la escritura.

Hay un mal común en la escritura en general. Los creadores tienen una trama que les conviene, y fuerzan a los personajes a actuar conforme a ello. Inclusive, es a lo que el público está acostumbrado. Pero en “Breaking Bad”, las acciones están determinadas por los personajes (muy bien definidos) y esto empuja la acción. Para quienes conozcan la serie, usaré de ejemplo el controvertible personaje de “Skyler”, esposa de “Walter White”.

Muchos seguidores de “Breaking Bad” detestan el personaje, por su manera de actuar. Y es que ella no se comporta como un personaje secundario, que decide a conveniencia del protagonista. En otra serie, ella aceptaría la nueva vida de su marido y le ayudaría. Pero “Skyler”, en cambio, intenta varias formas para librarse de “White”, incluyendo buscar un amante. Todo esto es creíble: Ella está desesperada y no encuentra salida, lo mejor es obligarlo a que él quiera irse. Finalmente, se convierte en cómplice, pero hemos visto el viaje en que nos convencemos de que, ya ha tratado todo y, no hay más remedio.

Uno de los mejores villanos en la historia de la TV, observando a una de las más descabelladas relaciones de co-dependencia en la historia de la TV…

En “Better Call Saul”, uno de los mejores personajes de la serie, “Kim” (pareja de “Saul”) tiene un viaje similar. En otras series, basta un incidente, y con eso justifican el cambio radical de un personaje. Aquí no. Ella comienza como una abogada idealista, que quiere emular a su exitoso jefe, llamado “Howard Hamlin”. Tras sufrir un accidente de tránsito, revalúa su vida, y decide trabajar independiente. Comienza una práctica como abogada para un banco, y a pesar de su éxito, se siente vacía, sin satisfacción. Quiere defender a quien lo necesita. Para ayudar a quienes no tienen recursos, debe abandonar la mentalidad de abogada adinerada y, más aún, aceptar que no puede haber justicia completa siguiendo todos los cánones de ética que ella creía inalterable.

Así que, hasta ahora, podemos entender que haya nacido una antipatía contra “Howard”: No como persona, sino a lo que representa, y “Kim” detesta haber querido ser como él. Pero eso no justifica llegar al extremo del daño irrazonable, como ocurre en la temporada más reciente.

Eso es solo parte del problema. “Kim” y “Saul” desarrollan un plan tan elaborado que, para su funcionamiento exitoso, tienen que prever muchas condiciones y acciones por terceros. No quiero entrar en los detalles aquí, pues son muchos, pero ver ese engaño funcionar, es como presenciar uno de aquellos inventos elaborados de “Tom” para atrapar a “Jerry”: Muy imaginativo, pero sabemos que no hay manera en el mundo que eso funcionaría en la realidad.

«Saul» y «Kim», tramando contra un villano que no es villano…

Y aquí es que “Better Call Saul” ha saltado el tiburón. Los libretistas, que hasta entonces habían respetado la inteligencia de su público, han resbalado a la postura de “a la gente no le importa” (he estado en reuniones de libretistas, y esta actitud siempre sale a flote, para justificar una chapucería en la trama). Los personajes han dejado de actuar como están definidos para conveniencia del argumento: “Kim” sigue concentrada en el plan a pesar de sospechar que la persiguen; “Howard” actúa en una reunión con una actitud irreconocible; en fin, una traición a su escritura de altura.

Esto no es un fallo menor, como otros que sufrió “Breaking Bad” (siempre me pareció barato eso de que “Hank” descubriera el libro en el baño de “Walter”, que era un error que jamás hubiera cometido; mejor hubieran usado la cleptomanía de la esposa de “Hank”, lo cual no tiene uso útil en la serie y, además, resulta más interesante que una cagada fortuita). Estamos hablando de violentar sus normas narrativas, de hacer lo que les dé la gana. Peor aún: De abandonar el realismo.

Ya qué carajo. En el próximo episodio, que pongan a “Saul” saltando un tiburón. Y que entonces aparezca “Michael Scott”, celoso por la atención, y quiera brincar dos tiburones. Hagamos felices a los que no saben despedirse y se conforman con lo que les ofrezcan, una vez que ya decidieron que algo es bueno, por malo que se vuelva.

Alexis Sebastián Méndez ©

27 de mayo de 2022

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