Sobre «Tin Marín»
La premisa: Tres hermanos se enfrentan a la desaparición de su abuela, y deben buscarla en la Tierra del Olvido.
Quise crear una historia que despertara recuerdos y curiosidad por nuestras canciones y juegos infantiles, los cuales van desapareciendo de nuestra cultura popular.
Les ofrezco una par de capítulos que bien exponen la premisa.
El libro es distribuido por Publicaciones Gaviotas, y se encuentra a la venta en Librería Norberto de Plaza Las Américas, y en Norberto Gonzáles en Río Piedras. Muy pronto podrá encontrarlo en otras librerías.
¡Espero que lo disfruten!
***
Capítulo 7
Caminaron durante varios minutos. En el camino encontraron un pajarito perdido, pero decidieron no moverlo del lugar, en caso que su madre le estuviera buscando.
Siguieron el barritar del elefante, hasta que lo encontraron meciéndose.
Sobre la tela de una araña.
La telaraña se extendía entre dos árboles, y en el medio, como si se tratara de una hamaca, se mecía el elefante de enormes colmillos.
–¡Hola! –les saludó el elefante– ¿Quieren jugar? Tengo unas semillas de algarroba preparadas para jugar a las peleas de gallos.
–No podemos ahora, andamos apresurados –explicó Irene– Estamos buscando a nuestra abuela, pero ni siquiera estamos seguros de dónde nos encontramos.
–Están en la Tierra del Olvido.
–Estamos buscando al Conde –indicó Mario.
–¿Cuál Conde?
–El Conde del Olvido.
–Hay muchos condes en la Tierra del Olvido.
–Dijo que era el amo y señor absoluto.
De pronto, otra voz de elefante contestó.
–Te mintió –opinó el segundo elefante, mientras se subía a la tela de la araña– El amo y señor de la Tierra del Olvido es el Rey del Olvido. Los condes dominan ciertas regiones del reino.
–Toma nuestro caso –añadió el primer elefante– Nosotros pertenecemos a la comarca de las Canciones Infantiles olvidadas.
El segundo elefante, viendo que no se caían, llamó a un tercer elefante para que les acompañara.
–Era alto y feo –explicó Mario.
–No nos ayuda –dijo el primer elefante, mientras se acomodaba para dar espacio al tercer elefante que se trepaba a la tela de la araña.
–Todos son altos y feos –dijo un cuarto elefante que escuchaba desde los árboles. Piensa: ¿Sería Conde de las tradiciones olvidadas? ¿De los héroes olvidados? Quizás de los viejitos.
–Exacto, se llevó a nuestra abuela –precisó Alexander.
El primer elefante pensó, y entonces les interrumpió.
–Si se llevó a su abuela, puede ser cualquier Conde. Ellos aprovechan cuando se abre el portal de su comarca, y traen personas en camino a ser olvidadas. Entonces se las presentan como regalo al Rey.
–¡Es el Conde de los Juegos Olvidados! –exclamó Mario, lleno de seguridad.
–¿Por qué piensas eso? –le preguntó Irene.
–Porque me tocó y me paralicé. Solo me pude volver a mover cuando vino alguien de mi equipo y me tocó, es decir, cuando tú me tocaste.
–El juego de “chico paralizado”. Eso suena al Conde de los Juegos Olvidados –reforzó el primer elefante mientras ayudaba a subir otro elefante a la tela de la araña– Cuando te dijo que era amo y señor de la Tierra del Olvido, no lo dijo por mentirte, lo dijo jugando.
–Además –añadió un quinto elefante que llegaba a la escena– están muy cerca. La región de los Juegos Olvidados queda justo al lado de la comarca de las Canciones Infantiles Olvidadas.
–¿Cómo llegamos allí? –preguntó Irene.
–A través de la villa, el pueblo se encuentra pasando esos matorrales, por donde viene ese elefante.
Los hermanos agradecieron la ayuda, y partieron rumbo al pueblo, mientras que el quinto elefante, viendo que la tela de araña resistía, buscó a un camarada. Todos se mecían, todos reían, todos cantaban.
Capítulo 8
La villa era un centro de algarabía, donde la música y los brincos descansaban. Los hermanos llegaron hasta una gran plaza central, alrededor de la cual se distinguían negocios de todo tipo. Un vendedor anunciaba sus productos: “¡Naranja dulce! ¡Limón partido!”
No sabían por dónde comenzar la búsqueda. Fueron hasta una pared llena de cartelones con anuncios.
Un cartel grande anunciaba lo siguiente:
“¡Atención!
Por la siguiente, el señor Arroz con Leche anuncia sus intenciones de matrimonio.
Se busca dama con las siguientes habilidades:
Que sepa tejer.
Que sepa bordar.
Que sepa poner la aguja en su campanal.
Viuditas de la capital serán fuertemente consideradas.”
En otro cartel, alguien ofrecía en venta un animal de su granja:
“Se vende vaca lechera
No es una vaca cualquiera
Da leche condesada
Y también merengada.
Incluye un cencerro que le he comprado.
Y que a la vaca le ha gustado
Nota: Cuando se pasea por el prado
Mata moscas con el rabo.
Atentamente: Sr. Tolón Tolón.”
Otro anuncio llamó la atención, por la manera en que se anunciaba la venta de una casa:
“Vendo mi casa.
Tres cuartos, dos baños, sala, comedor cocina, amplia.
El patio de mi casa es particular,
Cuando llueve se moja, como los demás.”
–No entiendo estos anuncios –declaró Alexander– Dice que su patio es particular, o sea, que es diferente. Pero entonces dice que es como los demás.
Mario rio.
–Abuelita Laude se quejaría diciendo que le buscas la quinta pata al gato, y después se reiría, diciendo que buscarle la quinta pata es lo correcto.
–Solo pienso que es absurdo.
–Eso es de una canción infantil. Solo se supone que sea divertida.
Una voz desconocida se metió en la conversación.
–Eso es cierto. Es muy divertido cuando los niños cantan.
Se viraron para encarar a quien les hablaba.
No vieron a nadie.
Entonces miraron hacia el piso.
Allí había un muñeco, que les miraba.
Era un muñeco muy guapo y de cartón.
–¡Eres Pin Pon! –exclamó Mario.
–Veo que me conoces –respondió Pin Pon con falsa modestia, mientras sacaba un peine de marfil para desenredar su pelo.
–Eso me suena –comentó Irene a la vez que se agachaba para mirar de cerca a Pin Pon– Abuela cantaba algo sobre un muñeco de cartón, que se lava las manitas con agua y con jabón.
–Ese soy yo –dijo Pin Pon.
–Nunca entendí porque te lavabas con agua, si eres de cartón –añadió Irene.
Alexander y Mario rieron, y exclamaron a la vez:
–¡La quinta pata!
Pin Pon sonrió con simpatía. Entonces ofreció su ayuda.
–Veo que son nuevos aquí. ¿Puedo ayudarles?
–Buscamos a nuestra abuela –explicó Alexander.
–Se encuentra en la región de los Juegos Olvidados.
Pin Pon puso rostro de tristeza.
–Antes era fácil movernos de un sitio a otro, pero el Conde de los Juegos Olvidados ahora prohíbe el paso a su región, a menos que se pague un gran precio.
–¿Cuál es el precio? –preguntó Irene.
–Mucho dinero.
–¿Cuánto?
–Mucho.
–¿Pero cuánto es mucho? ¿Esto será suficiente?
Irene comenzó a registrar su bulto, y de pronto sacó algo que no esperaba encontrar.
Era la piedra de río con la flor pintada.
–¿Quién puso esto aquí? –preguntó Irene mientras miraba a su hermano menor.
–Abuela estaba triste por el olvido, así que la guardé en tu bulto –explicó Mario.
Irene se sintió culpable. Encontraría a la abuela, y le pediría perdón.
–¿Dónde queda la entrada? –preguntó insistente.
Pin Pon señaló hacia un extremo de la plaza.
–¿Ven en banco?
En la esquina, había un banco con un enorme letrero: “Banco A La Limón”, junto al símbolo de una fuente rota.
Los hermanos confirmaron ver el banco.
–Pues deben entrar justo por el camino que queda al lado del banco –continuó Pin Pon– Pasarán por la muralla del cementerio, pero no entren: Desde hace días escuchamos el terrible fantasma de un pollito.
Los hermanos se miraron extrañados, pero no quisieron interrumpir a Pin Pon.
–Allí van a encontrar una enorme verja que marcaba la entrada a la región, pero está cerrado con un enorme candado.
Alexander preguntó:
–¿Dónde están las llaves?
–En el fondo del mar, matarile, rile, rile.
–¿Cómo pasó eso?
–El Conde de los Juegos Olvidados las tiró, y ahora solo podemos pasar por el camino que controla. Lo van a encontrar poco después de la enorme verja.
Ya con toda esta información, los hermanos arrancaron hacia el rescate de su abuela en la región de los Juegos Olvidados.
Alexis Sebastián Méndez (c)

