Versos Satánicos y otras calladas de boca
En nuestra cultura de necedades minúsculas infladas a dramas garrafales, hemos “cancelado” a personalidades por un comentario de Twitter que la persona compartió cinco años antes.
Por lo menos, no lo han apuñalado diez veces en el cuello por algo que escribió hace más de 30 años.

En 1988, Saldam Rushdie, un autor británico-hindú, publicó su novela “Los versos satánicos”, causando revuelo en el mundo islámico, ataques a librerías, protestas, y prohibición del libro en varios países (incluyendo Venezuela). El líder supremo de Irán, el Ayatollah Khomeini, declaró que el autor y los editores del libro debían morir. La sentencia no ha sido levantada, aún tras la muerte del Ayatollah.

¿Pero qué son “Los versos satánicos”?
La historia tiene que ver con Mahoma, lo cual ya sabemos que huele a problema. Los extremistas musulmanes no toleran ofensas a su profeta y, como sabemos, no hay definición fija de lo que es una ofensa. Por ejemplo, caricaturas satíricas resultaron en el asesinato de siete empleados de la revista satírica Charlie Hebdo en Francia.
Pero, no nos confundamos: “Los versos satánicos” no es una invención de Rushdie, sino historia vieja.
El incidente no está incluido en el Corán, sino en la biografía escrita por el historiador Ibs Ishaq y otros biógrafos de Mahoma.
En resumen:
Mahoma era muy exigente con el monoteísmo, solo se debía reconocer a Alá. Quienes no compartieran sus creencias, debían convertirse, pagar un impuesto, o abandonar el territorio, a riesgo de muerte. Así de importante era que se reconociera a Alá.
Mahoma estaba enfrentando dificultades con la tribu de los Quraysh, quienes dominaban para entonces la ciudad de La Meca. Los líderes de la tribu le ofrecieron una tregua a Mahoma: que reconociera a sus deidades (al-Lat, al-Uzza y Manat) durante un año, y ellos harían lo mismo con Alá.
El profeta consultó al ángel Gabriel, mensajero de Alá, quien le dijo que de eso nada. Pero Mahoma necesita un acuerdo que le permitiera afincarse en la ciudad. Finalmente, llegó la revelación de que podía aceptar el acuerdo.
Los Quraysh estaban satisfechos con el acuerdo, pero no así los mahometanos. ¿Acaso Alá no exigía monoteísmo? ¿Qué es esto de reconocer a tres deidades, que para colmo eran mujeres?
Mahoma se dio cuenta de su error, así que vino la siguiente explicación:
El diablo lo engaño, y le habló como si fuera el ángel Gabriel (de ahí que se le llame ‘versos satánicos”).
Así que Mahoma se retractó.

Este incidente ha sido explotado por quienes atacan el islam, señalando que, si bien el profeta pudo repetir palabras del diablo como si fueran de Alá, ¿cómo reconocer que no es el caso con otros de sus mensajes y doctrinas? ¿El profeta puede ser engañado, o es que no tiene palabra?
Como es de esperarse, no es una historia popular entre los creyentes, además de contar con muchas interpretaciones sobre su significado. En general, se considera que es falsa, a pesar de que ya pertenecía a la tradición oral que compartió Ibs Ishaq en el octavo siglo, y que el resto de sus historias son aceptadas.
Saldam Rushdie escribe usando elementos de realismo mágico, fantasía, y mezcla la historia con la ficción. Su novela comienza con dos hindú que caen desde la altura, después que el avión en que viajaban, fuera víctima de un ataque terrorista. Sobreviven, pues uno de ellos se transforma en el ángel Gabriel y el otro en el diablo (o algo por el estilo, pues no lo he leído). Entre las más de medio millar de páginas, Rushdie intercala historias sobre el profeta Mahoma, incluyendo el incidente que justifica el controvertible título.
Así que Rushdie se gana el odio por resaltar este episodio, además de que presenta a Mahoma de manera poco favorable. Tampoco ayuda su retrato de otras figuras, refiriéndose a Abraham como “bastardo”.
Ok, si fuera musulmán, seguro que me sentiría algo ofendido. Pero, ¿qué quiero decir con esto?
Nada. “Sentirse ofendido” es un concepto hueco, así como, en ciertas culturas, asesinan a sus hijas desobedientes para “mantener el honor de la familia”. Son palabras muy elevadas que son eufemismos: Lo que usted está queriendo decir es que no le gusta, y que usted no tolera lo que le desagrade.
El deseo de acallar a otros tiene varios nombres: lenguaje de odio, inclusión, “tal-cosa-fóbico”, dignidad, respeto… son términos muy individuales para pretender aplicar a todos. En otras palabras, estamos tratando de darle valor moral a lo que es intolerancia.
Este caso es interesante: quien atacó a Rushdie tiene 24 años. Es decir: ni siquiera había nacido cuando se publicó la novela. Esto es odio aprendido.
Este tipo de odio, nos ayuda a entender la cultura actual. Mucho se habla de la intolerancia de liberales extremos y de los llamados “woke”, pero el fenómeno no ha sido creado por ellos. Ya los ultraconservadores -donde suelen posicionarse los fanáticos religiosos- han silenciado y condenado a quienes se expresan diferente. Ningún bando defiende la libertad de expresión: defienden la libertad de SU expresión. Solo resienten la censura cuando es contra sus posturas.
Rushdie tenía poco más de 40 años cuando publicó su controvertible novela. Ya es un anciano de 75 años cuando es apuñalado, y lucha por su vida. Mientras tanto, su novela brinca a la posición número uno de ventas en Amazon. Vaya esfuerzo para acallar sus letras.

Mi llamado es el mismo: Seamos tolerantes a los puntos de vista. Somos una sociedad de mejores ideas, si somos abiertos a escucharlas y debatirlas. Esto es muy diferente a difamar (que es propagar información falsa con el propósito de hacer daño), pues el intercambio de ideas alimenta el conocimiento y perspectivas. Entendamos de una vez, que ideas e individuos son dos conceptos diferentes, por más que usted se identifique con una idea, religión, o causa.
Deje a los demás expresarse. Protejamos ese derecho. Usted, a la vez, tiene derecho a ignorar sus argumentos si no los considera válidos, o sus posturas si no son afines a sus valores personales. No pretenda que los demás piensen como usted. Somos ocho billones de cerebros, no uno; y si hubiera que parecerse a uno, le aseguro que el suyo no es la mejor opción.
Sorry si eso le “ofendió”. Fue el diablo quien lo dijo.
Alexis Sebastián Méndez ©