La peor literatura del Siglo 20

Libro: #43/48 (2022)

Título: Levanta, cobarde

Autor: Marcial Lafuente Estefanía

Publicación: Algún momento en el siglo 20

En resumen: Nunca estuve seguro de la trama. Comienza con un prostíbulo y casa de apuestas, después hay algo de un hombre retando a otro en una carrera de caballos, entonces estos personajes desaparecen para mover la historia a la ganadería, y una mujer que sospecha que sus empleados le roban. O algo así.

¿Por qué leí este libro?: Marcial Lafuente Estefanía es reconocido por su productividad: durante décadas, publicó una novela semanal. Aunque era español, sus historias eran del Viejo Oeste, y sus libros eran llamados popularmente –al menos aquí en Puerto Rico– “novelitas de vaqueros”. Era la versión masculina, por así decirlo, de Corín Tellado.

Estefanía escribió sobre 2500 de estas novelitas de bolsillo, que no sobrepasaban las 100 páginas. Falleció en 1984, pero su obra se continúa reproduciendo.

En el pasado, conocí personas fanáticas de sus novelas. Cuando me crucé con este ejemplar en un puesto de libros usados, invertí un dólar en conocer su atractivo a los lectores. La novela –impresa en 2021– viene identificada como “Las joyas de M.L Estafanía”, mientras que en la contraportada hay una foto del autor y una supuesta cita: “Mis mejores novelas”.

Si realmente “Levanta, cobarde” es de lo mejor de Estefanía, no quiero conocer lo peor.

El contenido: Voy a limitarme a compartir dos aspectos del libro.

Inconsistencia de nombres

En el primer capítulo, conocemos a Loretta, dueña de una casa de juegos. En el segundo capítulo, tenemos a Deborah, sin presentación alguna, y ya estaba perdido con la historia. Deborah también tiene una casa de juegos, por lo que supuse que era competencia.

Resulta que el autor parece haber usado el nombre inicial. Después de diez páginas hablando sobre Deborah, tenemos esta joya de Estefanía:

“–¿Dónde está Deborah?

–Pero ¿no es Loretta la dueña?

–Se llama Loretta Deborah…”

Como autor, puedo asegurar lo que ocurrió.

Estefanía debe haber comenzado el segundo capítulo a la mañana siguiente, y recordaba haber usado “Deborah”. En alguna mirada a sus hojas del día anterior, encontró que la memoria le falló, que era “Loretta”. Ya llevaba diez páginas escritas. Recuerde que no se usaba procesador de palabras: tendría que reescribirlo todo a maquinilla. Estefanía debe haber dicho; “Cojones es, esto lo arreglo fácil”… y de ahí este momento de chapucería literaria.

Inconsistencia de números

Síganme con calma:

“Jimmy visitó el local de Annie. Junto al mostrador, descubrió a tres de los vaqueros de Ray.”

Viene entonces un careo de Jimmy con los tres vaqueros, y:

“El barman no entendía nada. El tiroteo había sido muy rápido. Jimmy había desaparecido y en el suelo había cinco cadáveres”.

Hay que reconocer que es tremendo pistolero, cuando hay tres rivales y logras matar cinco. Pero no hemos terminado:

“El barman miraba asustado a los tres que entraron con armas empuñadas.

–Hemos oído disparos y… –decía uno que dejó de hablar al ver las muertes que había frente al que hablaba– ¿Qué hapasado? ¿Quién ha matado a ésos…? ¿Jimmy? ¿Dónde estás?

–Ha debido marchar después del tiroteo.

–¿Qué queréis de mí? –decía Jimmy, saliendo de las habitaciones privadas de Annie.

Los tres murieron con las armas empuñadas. Era impresionante el espectáculo de los siete muertos en el saloon”.

Quiero aclarar que las porciones compartidas se encuentran casi corridas, dentro de página y media de la novelita. Todo es rápido: Hay tres, los matan y hay cinco muertos. Matan a tres más, y ahora hay siete muertos. O sea, alguno se fue de allí. O quizás no se dio cuenta que no eran cinco los primeros, sino tres. No, espera, porque tres y tres son seis. ¿De dónde carajo sale el siete? ¿No habían llegado las matemáticas al Viejo Oeste?

¿Es bueno el libro?: No.

Sea la madre del libro

y sea la madre del jodío autor

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