Cuando la risa era cafre pero inteligente
CINE / crítica
ALEXIS Sebastián Méndez
Chona, la puerca asesina
Protagonistas: Sunshine Logroño, Antonio Pantojas, Jaime Bello, José Miguel Agrelot, Wilson Torres
Director: Luis Molina Casanova
Año: 1990
De qué trata: Un científico desarrolla una fórmula para que los cerdos puedan rendir más carne y morcilla. Por un accidente en el experimento, ahora una cerdita ha crecido hasta convertirse en una amenaza gigante que conoceremos como “Chona, la puerca asesina”.

Opinión: Debo arrancar justificando la tardanza de sobre 30 años en escribir esta reseña. La película es parte del festival de películas “Cine nuestro”, que se celebra durante el comienzo de mayo en los cines Fine Arts de Miramar. Allí se puede disfrutar una muestra del cine local de los pasados cien años. Parte de la oferta incluye cine creado para la televisión, y es así como terminé repitiendo la incomparable experiencia de “Chona, la puerca asesina”.
Antes, un poco de contexto. El filme nunca fue propiamente una película, sino más bien un episodio del programa de comedia “Sunshine’s Café”. El programa estaba en merecida posición número uno, la película se promocionó con mucha fanfarria. El nombre debe haber ayudado porque, hay que reconocer, tiene uno de los mejores títulos en la historia del cine.
En aquel momento, “Sunshine’s Café” era criticado duramente por considerarse “un programa cafré”. Sunshine no tomó ofensa en el ataque sino que, al contrario, lo convirtió en una medalla de orgullo. Ya no había que acusarle de cafre: Él mismo lo anunciaba con el estribillo “Soy cafre, ¿y qué?”.
Algo que algunos pasaban desapercibido, es que Sunshine estaba ofreciendo una de las comedias más brillantes de la televisión, lleno de originalidad, y empapado de crítica inteligente y mordaz (de por qué Sunshine abandonó esta línea humorística es asunto de casual debate entre quienes recuerdan esta época, pero no es relevante para el asunto que discutimos).
Por ejemplo: “La familia Sosa” era un retrato agridulce del joven “de campo” que llega a estudiar a Río Piedras y pronto niega sus raíces. Cuando sus padres le visitan al hospedaje, le causan enorme bochorno. Algunos lo veían como burla contra el boricua “jíbaro” que conserva los valores e inocencia del pasado, pero es todo lo contrario: El amor de los padres es celebrado, el ridículo corresponde a “Junior” (digo, “Rocky”), el hijo que desaprovecha el afecto de su familia a cambio de la popularidad ficticia de amigos universitarios.
Otro personaje: “Vitín” ha sido tan imitado, que su impacto queda distante. Hasta entonces, los homosexuales eran presentados en la comedia como “locas”, es decir, con manerismos exagerados y vestimentas de plumaje. Sunhine ofreció un gay no explotado en la comedia local: El hombre que se abochorna tanto de su sexualidad, que la disfraza con machismo exagerado. “Vitín” será un personaje cómico, pero igualmente triste.
De nuevo, hay gran genio en la comedia de Sunshine. Ya pronto dejo saber mi personaje predilecto. Antes, regresemos a “Chona”.
“Chona, la puerca asesina”, es una parodia de película de cine. Siendo este horario una celebración a lo cafre, Sunshine escoge un género considerado como tal: Las películas de animales gigantes. Hubo una generación que, consumiendo cine en televisión, se topaba continuamente con estos filmes baratos de los 50 (y los 70, cuando disfrutaron una segunda ronda), que tenían todas el mismo argumento con animal diferente, sea arañas, hormigas, ratas, y otros.

Sunshine entiende bien los elementos del género: un científico alocado (Jaime Bello), un animal que se convierte en mutante, un héroe que realmente no hace nada de valor, fuera de “conseguir a la chica” (esto sería su personaje “Tony Lion” –una especie de “Johnny Cage”– quien conquista a Pantoja, uno de los actores más subestimados de esta tierra), un empresario ambicioso (“Rodríguez”, de José Miguel Agrelot), y varios personajes que no aportan nada a la historia que no sea ser víctimas del cerdo (suerte que corren Osvaldo Ríos, Marian Pabٕón, y Gilbertito Santa Rosa, entre otros). Tomando prestado del cine de desastre de los 70, hay varias apariciones “cameo” (la mejor pertenece a Pablo Alarcón).
En tono con el tipo de película que se parodia, la cinta es en blanco y negro, y tiene efectos especiales mediocres. El desenlace funciona por “deus ex machina”, cuando se descubre que el cerdo es vulnerable a la peste de un personaje (algo así como los tomates gigantes eran vencidos por una canción molestosa en “Attack of the Killer Tomatoes”).
Lo más que disfruté de la película, es que pude volver a ver al “Hermano Emmanuel”, quizás lo más genial y atrevido de todo “Sunshine’s Café”. Este personaje es un pastor con mal genii, que lo mismo lo descarga echando culpas al diablo, o soltando maldiciones que suenan a “hablar en lenguas”. El pastor solo interesa los recaudos de su iglesia para conservar su carro lujoso. Detrás, se lucen Cristina Soler y Nena Rivera como dos mujeres devotas dispuestas a vender (en “las luces”) donas pasadas de fecha (“donas verdes”) para mantener los gustos de su líder. De nuevo, Sunshine tomaba algo triste de la sociedad (la explotación de la fe de los inocentes) y lo convertía en tajante crítica con risas. Por cierto, la canciٕón del Hermano Emmanuel, por el genial Marlin O’Neill, es de lo mejor que se ha escrito en humor local.

Al final: ¿Es “Chona, la puerca asesina” una buena película? Por supuesto que no y, exactamente, ése es el punto que busca. Esto no fue el único esfuerzo de Sunshine en este tipo de comedia. Quisiera volver a ver “Los cafrizombis”. No, más que eso: Deseo volver a tener comedia inteligente disfrazada de comedia ordinaria; de tiempos en que el humor no buscaba solo risa, sino prender la mecha del pensamiento. Mientras, puedo repetir “Chona, la puerca asesina”.
Nota: No deje de auspiciar el festival de cine. Si no repiten “Chona”, puede encontrarla en YouTube.

Alexis Sebastián Méndez ©
8 de mayo de 2023