Cervezas y fobias
Quizás no sepa lo que ocurre en estos días con Bud Light, ya que usted prefiere beber cerveza y no orina de paloma.
Pues Bud Light se encuentra en un desastre de mercado: en solo dos meses, ha perdido 27 billones de dólares, el valor de sus acciones se ha reducido por 20%, y están tan desesperados que, en estos días, han recurrido a regalar la cerveza.

Claro, no le hacemos caso porque no lo encontramos relevante, pero lo que tenemos aquí, es el impacto de la actual guerra por la inclusión.
Todo lo que hizo Bud Light: regalarle unas latas a una mujer trans.
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Kid Rock fue una estrella inesperada en los 90, gracias en parte a su llamativo matrimonio con Pamela Anderson, otro ícono de la época. No podemos subestimarle como artista, ya que ha vendido sobre 35 millones de discos, y se mantiene vigente en un nicho específico en Estados Unidos. Para darles una idea: Kid Rock es abiertamente “trumpista”, y ha tenido encontronazos con grupos que defienden a los animales. Los rockeros informados lo llamarían un “Ted Nugent” reducido.
El 3 de abril, Kid Rock compartió el siguiente vídeo: Tomó un rifle automático, y disparó contra varias latas de cerveza Bud Light, antes de virarse hacia la cámara y declarar: “Fuck Bud Light”, y “Fuck Anheuser-Busch” (la empresa dueña de Bud Light).

¿Qué pudo hacer una marca de cerveza, que resultara en tal despliegue de violencia y furor?
Anheuser-Busch inició una campaña de publicidad usando a Dylan Mulvaney, un líder de la comunidad trans, y se venderían unas latas conmemorando un año de la transición de Mulvaney de hombre a mujer.
Al menos, eso pensó la gente.
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Dylan Mulvaney es una personalidad de Tik Tok, quien logró prominencia dentro de la comunidad LGTB+ cuando logró entrevistar al Presidente Biden.
Bud Light inició una campaña en que le envió, como regalo, una caja de cervezas a distintos “influencers”, con su diseño en la lata. Mulvaney fue uno de muchos y, en agradecimiento, el 1 de abril compartió en Instagram su regalo, mientras vestía como la protagonista de “Breakfast at Tiffany’s”.

Anheuser-Busch explicaría esto varias veces: Que no era una campaña formal, que se trataba de un post por el “influencer”, que ni siquiera las latas estaban a la venta.
Demasiado tarde: Kid Rock había despertado la animosidad de los indignados.
Comenzó el boicot. Quizás no había que preocuparse; en fin, la mayoría de los boicots apenas hacen mella, y tienen muy poco tiempo de vida.
Este caso, resultó diferente, y Bud Light parece haberse convertido en el chivo expiatorio de una roncha social no muy escondida.
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Nos hemos ido convirtiendo en una sociedad absolutista, con un repudio al debate, prefiriendo recurrir al insulto. No nos interesa las realidades o los puntos de vista: Debilitados en la necesaria destreza de manejar las emociones, esperamos que las posturas de otros no nos desagraden, y si es así, estamos siendo atacados, y respondemos con toda malicia de insulto.
De esta manera, usted no puede decir que hubiera preferido que “La Sirenita” se pareciera físicamente a la versión animada, porque a nadie le interesa las razones: merece el terrible epíteto de racista, no importa todas las veces que usted haya defendido derechos de minorías. Si usted menciona que las mujeres son mejores en alguna destreza, usted es sexista. Si dice que son peores en algo, pues más sexista aún. Si menciona su religión, ya es un fanático republicano cerrado de mente. Al carajo con estudios estadísticos o puntos de vista: No piensas como yo, así que te menosprecio.
El resultado de esto no es el diálogo, pues ya una parte brincó a la conclusión. Usted puede insultar de vuelta, o quedar callado.
Por eso tantos se sorprendieron cuando Trump ganó la presidencia. Si se dejaban llevar por las redes, Hillary iba a ganar con casi la totalidad de los votos.
Lo que ocurrió fue que, a golpe de insulto o burla, muchos optan por quedarse callados y retirarse del debate. Lo que ha logrado con sus burlas e insultos, es perder la capacidad de influenciar.
(Usando un caso local: Si se deja llevar por Twitter o Facebook, no hay PNPs en Puerto Rico).
El movimiento LGTB, me sospecho, sufre de esto. Si indicas que estos temas no son apropiados en edades escolares donde aún los niños no muestran interés por el sexo (sea una postura equivocada o acertada), usted es homofóbico. Si indica que es injusto para las mujeres atletas (dejen aclarar: mujeres nacidas mujeres, con posibilidad de eventual embarazo) tener que competir con mujeres trans, usted es transfóbico. Quizás su sugerencia es que tengan su propia categoría, pero no puede llegar a discutir esto, porque ya ha sido agredido con un desagradable epíteto.
Parece que había mucha gente callada con el tema trans, y Kid Rock los despertó a balazos.
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La baja inmediata de 20% en venta para Bud Light alarmó a los ejecutivos, quienes estaban obligados a reaccionar, aunque pensaran que era un incidente de corto plazo.
El remedio fue peor. Lanzaron un comercial usando uno de los famosos “caballos de Budweiser”, paseando frente distintos monumentos estadounidenses. Hay cierta ironía en que se considere que esto es el antónimo de lo ocurrido (o supuestamente ocurrido).
Los reaccionarios expresaron su indignación en las redes ante tal intento de manipulación. En las siguientes semanas las ventas continuaron bajando.
Anheuser-Busch suspendió a su vicepresidenta de mercadeo y otro ejecutivo. Poco ayudó que saliera a la luz una entrevista en que ella declaraba que la cerveza debe alejarse de la imagen retrasada de “varones de fraternidad”, y que debía ampliar su mercado.
Los varones de fraternidad no parecen aprobar esa postura.
Y no están dispuestos a transar: Bud Light está regalando su cerveza. La oferta consiste en comprar la caja a $15, y Anheuser-Busch te devuelve los $15.

Pero ni así.
Dos meses después, las ventas se han reducido en 30%.
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El caso del boicot a Bud Light, según los analistas, es muy particular. Va dos meses desde su inicio, y en lugar de desaparecer, se ha quedado. Peor: Ha aumentado.
El problema con algunos boicots es que no hay alternativa para el consumidor. Aquí se ha hablado de boicotear a LUMA, pero habría consecuencia para usted si le desconectan la luz por no pagar. Algo así pasa con otras marcas o empresas: usted puede prescindir de ellas, pero le impacta en términos de precio, accesibilidad, o conveniencia.
Bud Light no es una cerveza peculiar, su consumo es resultado de mercadeo y de costumbre de algunos clientes. Tanto Coors Light como Miller Lite tienen el mismo sabor o, debo decir, falta de sabor. Inclusive, la reducción en ventas de Bud Light, se ha reflejado como aumento en esas dos marcas. Y no hay razón de peso para regresar.

Así que, esto de Bud Light es un caso aislado.
Tampoco: Ahora le toca a la cadena de tiendas “Target”, quien en pocos días perdió $10 billones en valor en el mercado.
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Las tiendas Target son una especie de Kmart que quisiera llegar a Walmart.
En preparación a la llegada de junio, mes del “orgullo gay”, las tiendas montaron una góndola con mercancía relacionada a “Pride” (orgullo), diseños de arco iris, y ropa alusiva a los gays y trans.
Un grupo de clientes se quejó de lo siguiente:
- La prominencia cerca de las entradas de las tiendas
- Mucha de la mercancía va dirigida a niños.
Así como se exageró “la campaña” de Bud Light, rápido corrió por las redes que entre las ofertas, había traje de baños “tuck friendly” (o sea, fácil para que los varones se lo escondan en el nié) para menores de edad. Esto no era cierto (lo que sí había era ropa de niños con arcoíris, la palabra “pride”, o mensajes relacionados), pero no importaba: Si el juego consiste en reaccionar, no escuchar, y escoger lo que se quiere creer, pues todos participan, sin importar bando.
Target se enfrentó a un segundo problema: Clientes molestos que agredían verbalmente a los empleados, amenazas, y gente que tiraba la mercancía contra el piso.

Target, por la seguridad de sus empleados, movió las góndolas de “pride” a la parte trasera de la tienda (primero en las tiendas de los estados el sur, por eso de cumplir con los estereotipos, pero acabaron haciéndolo en toda su cadena), y eliminaron muchos de los artículos más “ofensivos”.
Aquí viene un tercer problema…
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Activistas “gay” han criticado a Target por acobardarse, indicando que el supuesto apoyo a sus comunidades es falso, y que termina tan pronto se enfrentan a un rechazo menor (ya mismo trataremos de entender “menor”).
Ahora Target está mal con los conservadores, y con los progresistas, y hasta con los que se encuentran en el medio y prefieren hacer sus compras sin temas que se han politizado.
Esto es terreno complicado. Por un lado, podría pensarse que es un acto de ingratitud: Si nunca hubieran prestado visibilidad al tema de orgullo gay, no tendrían esta situación.
Ahora: La comunidad “gay” no es tonta, y sabe reconocer que muchas de las acciones de estas empresas, están motivadas por aprovecharse del movimiento, y el interés de participar en la tendencia de inclusión como una oportunidad para hacer dinero.
En otras palabras: “Se aprecia, pero no se crean que somos estúpidos, y que no estamos consciente de lo que buscan”…
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La reacción general, cuando se trata de posturas opuestas a la nuestra, es que se trata de una minoría “muy ruidosa” gracias al megáfono de las redes sociales. Un lado piensa que quienes empujan las causas de los trans, son una minoría progresista que se monta en la causa de moda. Otros sienten que la resistencia es producto de un puñado de fanáticos ultraconservadores religiosos que no entienden de límites.
Esto puede ser cierto en cuanto personas que griten en Target, o que se expongan a insultos en las redes.
En cambio, los boicots son personales y privados.
Las ventas de Bud Light ya han bajado en 30%. Esto es: casi una tercera parte de sus clientes, de una de las cervezas de mayor venta en los Estados Unidos. También se han afectado otras marcas de Anheuser-Busch. Más tengamos en cuenta lo siguiente: Hay personas que no consumían el producto, así que, por tanto, su rechazo no se refleja en el boicot.
En otras palabras: Hay una oposición a las causas trans, mucho mayor de lo que se atreven a reconocer.
¿Esto es “fobia”, o un llamado a que las marcas y empresas se alejen de estos temas controvertibles?
La pista puede estar en un tercer potencial boicot que se ha mencionado estos pasados días en las redes.
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La palabra “fobia” es tirada con demasiada facilidad. Hay quienes alegan que no hay desprecio hacia la comunidad LGBT, solo un desacuerdo con la negación a las realidades biológicas, y con que se pretenda que esto afecte los tópicos de educación escolar, las costumbres sociales de división de baños, la manera que nos expresamos, y la competencia justa en el deporte, por mencionar algunos.
Ahora: ¿Qué tiene que ver todas estas preocupaciones con que una marca de cerveza reconozca a un influencer trans? Algunos dirán que “lo normaliza”, aunque no hay preocupación aparente en “normalizar” el desprecio a estilos de vida distinto al nuestro. En fin, ¿qué se pretende? ¿Qué una marca no intente llegar a grupos particulares? ¿De qué manera eso me afecta al tomar una cerveza?
En cuanto Target: ¿Por qué quienes se identifican con la cultura “gay”, o tienen gente querida que son “gays”, no pueden tener alternativas de compras para su gusto? Cuando yo voy a una tienda de ropa, voy a la sección de varones, y ya. No me insulto porque tienen ropa para mujeres, y que “están promoviendo que compre ropa de mujer, cuando yo no soy travesti”.
De igual manera: Estoy cansado de ir a la sección de libros de algunas megatiendas, y encontrar que casi todos los libros son cristianos. No exijo que los remuevan, o los acuso de quererme convertir. No los compro, y que sigan allí. Eso tiene su clientela.
Así que, tenemos que reconocer que existe una fobia social mayor que la imaginada.
Basta ver el tercer posible boicot: Chick-fil-A.

La cadena de comida rápida es un querendón de los conservadores. Sus valores cristianos son tan marcados, que las tiendas nunca abren domingo.
Pero, en las redes, ha surgido un llamado de boicot porque la cadena tiene un vicepresidente de “diversidad, equidad e inclusión”, más declara en su página web que aspira a una “cultura de unión”, y que “juntos somos mejores”.
¿De qué manera esto puede considerarse negativo? Una cosa es estar en desacuerdo en algunos puntos de vista, y otras es creer que merece castigarse el deseo de que todos tengamos espacio en la sociedad para trabajar en armonía.
A menos que, en lugar de actuar con la razón, nos empujen las fobias.
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Las ventas de Bud Light o Target, no nos afecta mucho en Puerto Rico.
Lo que me preocupa es la creciente incapacidad para debatir, el empeño en convertirnos en equipos rivales que deben derrotar al otro, y castigarlo, bien sea con insultos, boicot, cancelación, y las otras muchas artimañas necias que disfrazamos con nombres virtuosos como “indignación” y “principios”; mientras que no escuchamos, porque las posturas opuestas son “lenguaje de odio” o “propaganda”.
Todo es una peligrosa olla de presión hinchada de rencores y frustraciones.
Cerraría con el cliché de paz: Ojalá todos pudiéramos sentarnos a disfrutar una cerveza. Pero de seguro, me dirán que depende de la marca.
31 de mayo de 2023
Alexis Sebastián Méndez ©