El último libretista
No necesito hacer la aclaración, porque estoy contando con que nadie ha tomado el título de manera literal. Pero hay algo de verdad, como explicaré más adelante. La temprana muerte de Pedro Juan Ríos (con quien escribí varios proyectos), nos arrebata a uno de los casi extintos profesionales en el quehacer de preparación de libretos para la televisión.
El amigo Edgardo Huertas suele compartir este lamento. En una conversación con el cantante, actor, libretista y productor, me indicó que apenas existen “libretistas de profesión”. Con esto, y haciendo referencia a una queja que escuchaba de Don Tommy Muñiz, muchos libretistas tienen ínfulas de escritor (mmm, me siento atacado), sin entender que son obreros del entretenimiento diario. Huertas me mencionó tres ejemplos: al mismísimo Don Tommy Muñiz (quien le enseñó el oficio a casi todos en la radio y televisión local), Silverio Pérez (puede escribirte una parodia en la maquinilla, mientras lleva una conversación telefónica), y Shorty Castro (quien todo libretista de comedia local tiene que reconocer, y quien pronto entra en nuestra historia).
Edgardo no mencionó a Pedro Juan, ni a muchos otros, no porque los excluyera, sino ninguna conversación entre personas creativas se mantiene sobre un minuto en el mismo punto. Pero la descripción compartida aplica a Pedro Juan.
Mi primera experiencia con Pedro Juan, fue como parte del grupo de escritores de “TV Ilegal”. Contrario a lo que muchos puedan imaginar, los escritores de comedia no estamos en competencia entre nosotros. Inclusive, si hay algo que nos divierte, es coincidir, y tirar una idea, y que otro le dé un giro a la idea, y que alguien derive una idea aún más absurda, y nos comportemos como neuronas de un improvisando circuito de demencia. Entre los momentos más divertidos de mi vida, se encuentran aquellas reuniones descabelladas con Javier Del Valle, Marlin O’Neill y Pedro Juan Ríos.

Pedro Juan era ya una eminencia, pero de esto te enterabas por referencia de otros, porque jamás mencionaba ser autor de la obra más taquillera en el teatro local (“Amor en la Hamaca”), libretista durante once años de la comedia televisiva más exitosa de los pasados treinta años (“Entrando por la cocina”), o fuerza creativa detrás de éxitos como “El Show de Raymond”, “El Kiosko Budweiser” y muchísimos otros. Inclusive, en sus redes no podías concluir este envolvimiento histórico. Sus preocupaciones eran el cuido de su anciano padre, y sus hijos. Estos eran los temas que le preocupaban cuando hablábamos. Eso, y durante el último año, la falta de trabajo.
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Pedro Juan estuvo trabajando en “De noche con Francis” hasta la cancelación del espacio. Antes habían trabajado juntos, durante un período en que Pedro Juan intentó suerte como comediante, hasta que descubrió que su pasión eran escribir pasos de comedia. Aquí, cumplía con la definición de libretista, conforme Huertas. En “TV Ilegal”, terminada la reunión creativa, Javier, Marlin y yo pedíamos hasta el día siguiente en la tarde para entregar el sketch asignado (uno cada uno). Ya unas horas después de la reunión, Pedro Juan Ríos había escrito los cuatro que le tocaron.
Pedro Juan siempre estaba inundado de trabajo, no solo porque era un libretista rápido y efectivo, sino porque tenía una personalidad agradable, siempre era fácil laborar con él, tenía palabras de elogios (sinceras) hacia sus compañeros, y reía con facilidad. En ocasiones escribía para varios canales simultáneamente. Pero cancelado “De noche con Francis”, encontró que no le solicitaban.
Puede haber muchas razones para esto, pero la principal es que, como sabemos, la cantidad de comedias locales se ha reducido enormemente. En algunas conversaciones, teorizó que la sensibilidad reciente en el humor le estaba afectando, porque él dominaba con facilidad el “humor de la calle”, el “vacilón”, el chiste picante, y el doble sentido. Algunos productores le devolvían libretos indicando que “eso ya no se puede hacer en televisión”. Pedro Juan ajustaba, como profesional que era, pero -aunque no me lo expresara en estas palabras- comenzaba a sentirse excluido. De pronto, no estaba haciendo lo más que le gustaba.
Esto lo fue deprimiendo. No soy psiquiatra, pero es que esas eran sus palabras (“estoy deprimido”) cuando hablábamos por teléfono (aunque no tuviéramos proyecto juntos, nos llamábamos con regularidad).
No soy quién para diagnosticarlo, pero atando algunas de sus historias, es posible que Pedro Juan sufriera de depresión. En una ocasión, durante sus años de “Entrando por la cocina”, decidió abandonarlo todo y no regresó al canal. “A los pocos días escucho que me llaman y me asomo al balcón” -me contó Pedro Juan- “y era Shorty” (Shorty Castro era el director artístico del programa) “Preguntó dónde yo vivía, y llegó hasta el caserío a buscarme”. Shorty procedió a dejarle saber sobre su estupendo dominio de la comedia para televisión, que era un talento que los televidentes no podían perder. Este encuentro fue suficiente para que Pedro Juan regresara por muchos años al oficio que le hacía feliz, y siempre se refería Shorty Castro como un segundo padre.

“Entrando por la cocina” entra de nuevo en nuestra historia. El productor Luisito Vigoreaux se propone llevar un musical al teatro, y me pide una versión para las tablas. “Solo si Pedro Juan la escribe conmigo”, le digo. Esto no era un favor de caridad ni nada parecido: hubiera pedido lo mismo sin importar las circunstancias. No hay otro libretista en Puerto Rico que conozca esos personajes, su lenguaje y humor, como Pedro Juan.
Esto terminó siendo un episodio agridulce.
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Los escritores somos obreros solitarios, pero las veces que he escrito en conjunto para teatro, ha sido con Pedro Juan. Primero con “Primera convención de divorciadas”, y después con “De Pastillas”. El primero fue un proyecto mediocre (otro tema de conversación común entre Pedro y yo: los cambios por otros a nuestros libretos), el segundo ni siquiera estrenó. A pesar de los resultados desalentadores, el trabajo en conjunto nos encantaba: mi aportación mayor era en estructura, y Pedro Juan era perfecto encontrando el “punch” adecuado, o mejorando los míos.
La última vez que lo vi feliz, fue durante este proceso creativo para “Entrando por la cocina”. Ambos desarrollamos la historia. Entonces yo escribiría un borrador del libreto, y él retrabajaría los chistes, el lenguaje, los “gimmicks”. Para escribir esta nota, releí nuestros intercambios de mensajes; en uno me indica: “Esta comedia fue lo primero que escribí en mi vida, o sea que esos personajes y los del kiosko me entrenaron como libretista”. El proyecto lo tenía cerca del corazón, y estaba contento de reunirse con esos compañeros.

Más en cambio, nos enfrentábamos a un tercer desaire.
Para mí, no fue duro, solo un gran desencanto. Cuando el elenco leyó nuestro trabajo, uno de ellos dejó un mensaje señalando (en referencia a mí): “He escuchado que eres buen libretista, pero sinceramente, no tienes el “know how” de “Entrando por la cocina”…” Respondí la verdad: Esto se escribió con Pedro Juan, que escribió esto por más de diez años, y el libreto lo avaló Luisito Vigoreaux, que conoce bastante bien el concepto. Me retiré, y le sugerí a Pedro Juan que siguiera.
Eventualmente, Pedro Juan también abandonó el proyecto. Reescribió todo para tratar de acomodarse al deseo del elenco, y aún así le criticaban. Lo que pudo devolverle la autoestima, exacerbó esa falsa creencia de que ya no tenía carrera de libretista. Para Pedro Juan, sí fue duro.
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Mi última comunicación con Pedro Juan fue a comienzos de julio. Para entonces, había sufrido tres derrames. Indicaba estar recibiendo terapias, y que estaba mejorando.
Pocos días después, uno de mis textos fue contestado por su ex esposa, dejando saber que se estaba recuperando.
Desde entonces, no supe más de él. No hubo respuestas a los textos, ni a mensajes en sus redes; las llamadas telefónicas se perdían. Cuando preguntaba a colegas en los medios, experimentaban los mismos callejones sin salida. Nadie sabía de él, ni sabía cómo saber de él.
Hasta hoy, que llega la noticia de su muerte.
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Otro texto de Pedro Juan:
“Jaja te convertiste en mi nuevo hermano blanco, así decíamos Marlin y yo, yo era su hermano negro y él mi hermano blanco”…
Marlin O’Neill y Pedro Juan merecen llamarse hermanos, pues se parecen. Ambos revolucionaron los libretos de comedia de televisión, dándoles sabor “más calle”. Ambos, como personas, eran encantadores, amables, y brillantes. Y ambos, por crueldad del universo, se han ido temprano (por un momento pensé preocuparme, que me tocara pronto, hasta que me percato que no comparto las virtudes de estos dos queridos colegas).
Como escritor, detesto caer en el cliché, pero es que la imagen me gusta tanto que quiero describirla: Marlin y Pedro Juan, hermanos de tonos desiguales compartiendo en el cielo, tirando ideas absurdas y descabellas que saben que no pueden ir a la pantalla, pero que son divertidas de tirar en reunión entre humoristas.
Después, Pedro Juan se pone a escribir comedia para el canal del cielo, aunque lo regañan porque el contenido es más apropiado para la estación del infierno. Entonces ajusta para complacer al productor celestial. Pero está feliz, porque está haciendo lo que ama: Escribir comedia.
Y se la dirige Shorty Castro.
Alexis Sebastián Méndez ©
16 de septiembre de 2023