Un cuento del carajo

Ya tuve suficiente con el carajo. La copa la colmó un experto del español.

Ustedes deben conocer el supuesto origen de la palabra “carajo”. Suena algo así:

«Carajo» es una especie de canastilla que había en lo más alto del palo mayor en las antiguas naves marinas. Según allí eran enviados, en señal de castigo, los marineros que cometían alguna falta. De ahí entonces eso de «mandar a alguien para el carajo» o «irse para el carajo».

Una de las versiones del meme «educativo»

Muy buena historia. Yo mismo la repetí varias veces poco después de escucharla por primera vez, estimo que hace unos veinte años.

Pequeño detalle: Esto es falso.

Pero antes, hablemos de la bañera.

***

La primera bañera en Estados Unidos la instaló Adam Thompson, un mercader de algodón, en la ciudad de Cincinnatti en 1842. La bañera no gozó de rápida aceptación: los médicos pensaban que los baños podían causar enfermedades. Durante mucho tiempo, algunas ciudades prohibían que te bañaras excepto bajo supervisión médica. Cuando, en 1850, el presidente Millard Fillmore instaló la primera bañera en la Casa Blanca, se redujo la resistencia.

Por lo menos, esta fue la historia que se publicó en el New York Evening Mail en 1917. Durante casi una década, practicantes de medicina alternativa lo usaban como ejemplo de cómo los doctores se equivocan y obstaculizan el progreso. Cincinnatti se anunció como la cuna de la bañera estadounidense. Varios libros de referencia publicados, repetían la historia conforme el reportaje de prensa.

Esto se mantuvo así hasta que, en 1926, H.L. Mecken –reconocido periodista, escritor y humorista– confesó haber inventado el artículo. Dijo desconocer la historia de la bañera, que la investigación habría sido demasiado trabajosa para seguramente terminar en banalidades, y por tanto recurrió a la ficción.

Si alguien puede inventarse la historia de la bañera y otros repetirla, ¿por qué no con el carajo?

Mecken en la bañera; sospecho que la foto también es falsa

***

Recordé el cuento de la bañera tan pronto me encontré la supuesta historia del “carajo” (como canastilla de embarcación antigua) en el libro “En buen español” del profesor Gabriel Paizy, reconocido experto en nuestro idioma. Este libro recoge algunas de sus columnas para Primera Hora, así que me sorprendí cuando encuentro el cuento del “carajo” en dos ensayos distintos; es decir, lo publicó y nadie retó esa información.

Paizy no ofrece referencias para su historia del “carajo”, así que sospecho que —error de errores— está usando memes como fuente confiable de información.

Así que, alguien tenía que hacerlo. Para eso es que ustedes cuentan conmigo. No soy experto en español (si el profesor Paizy se dedica a identificar mis múltiples errores al escribir, seguro se le cae la barba con las convulsiones) pero soy un profesional en esto de ser escéptico.

¿Por qué mi escepticismo? Poco tiempo después de compartir el relato sobre el carajo y la canastilla del barco, me entró una duda: ¿Por qué se originaría de ahí la frase? Quienes se exponían al mar en tiempo remotos, era apenas un puñado de la población. Suena como algo muy limitado para que la gente usara en su diario vivir, y alcanzar el auge que tiene, más aún muchos años después de la obsolescencia de la canastilla de vigía.

Además: Una visita a cualquier diccionario, demostraba que no existía tal definición.

Como curioso del lenguaje (por eso leí el libro de Paizy) y como “averigüao” escéptico, me lancé a encontrar el origen del carajo.

Les comparto mis hallazgos.

***

Encontré varios artículos que repiten el cuento del canastillo, sin ninguno ofrecer la fuente. Hubo algunos que, inclusive, lo compartían como definición de la Real Academia Española. Pero esto es falso. Una visita a la RAE nos indica que el “carajo” es el miembro viril (como más adelante explicaré, esto parece ser la definición más certera).

“Carajo” tiene otros significados conforme su contexto: Rechazo (“al carajo”), mucha intensidad (“del carajo”), un mal desenlace (“irse algo al carajo”), contrariedad (“qué carajo”), poco valor (“un carajo”) o simple sorpresa (“carajo”).

Algunos usos del carajo

En ninguna de las definiciones aparece el canastillo de los barcos.

¿Puede haber sido en el pasado?

La primera edición del diccionario de la Real Academia Española, que tiene unos 250 años de edad, no hace mención de la palabra “carajo”.

Probé otra ruta: Buscar como se llama la canastilla de vigía en las embarcaciones antiguas.

Se llama “cofa”. Según RAE, cofa significa “meseta colocada horizontalmente en el cuello de un palo para fijar los obenques de gavia, facilitar la maniobra de las velas altas, y antiguamente, también para hacer fuego desde allí en los combates”.

No, no tiene sinónimos como “carajo”.

No hay un carajo

***

“¡Macagüen! Palabrotas, insultos y blasfemias” (2019) de Sergio Parra, sigue la historia de las malas palabras. Aunque no aparece el origen de “carajo”, la palabra aparece listada como uno de los muchos nombres para órgano sexual masculino.

Si hay algo que no nos falta, son nombres para darle

Hay que recordar que muchos de los insultos que conocemos, son en referencia a las partes asociadas al sexo. Palabras como “coño” (la vulva), “puñeta” (masturbación) y “pendejo” (vello púbico) se han alejado de su definición original para ganar otros significados en el campo de la expresión soez. El uso del pene es muy común; inclusive, fíjese como puede sustituir con facilidad la palabra “carajo” por otros nombres para el pene (“váyase a la verga”, “me importa un huevo”, “estás de pinga”).

Esta es la teoría en “Palabrotatología” (2015), el libro de Virgilio Ortega sobre las palabras soeces.

Según señala Ortega, “carajo” vendría del latín characulum, o verga. Esta raíz aparece en insultos similares en catalán, portugués y gallego, y puede explicar eufemismo que usamos como “caray” y “caramba”

Por si acaso, no hay mención de marineros ni nada parecido.

Palabrotalogía

***

Dando espacio a la duda, quizás podemos justificar una ruta a la confusión.

Seguí buscando en los diccionarios históricos en la página de la Real Academia Española, y aunque no encontré “carajo” en ediciones de antaño, me crucé con “caraja”.

Por ahí está «caraja». Confíen.

Según el Diccionario histórico de la lengua española (1933-1936), “caraja” se refiere a la “vela cuadrada que los pescadores de Veracruz largan en un botalón”. El botalón viene siendo el palo largo que se saca en el barco si se requiere. Considero curioso que, cuando busco este vocablo en Google, me ofrece “verga” como palabra similar.

La palabra, según la definición, es usada por pescadores en una región en México. Aunque mandar a alguien a una vela cuadrada me suena más a disparate que castigo, la proximidad entre el vocablo y la pieza marítima resulta muy cercana para considerarlo mera casualidad.

Mi teoría es que alguien se cruzó con la palabra “caraja” (quizás buscando “carajo” en el diccionario), y la imaginación le llevó a la historia que rueda por las redes. Hey, yo también tengo imaginación.

***

Quiero aclarar que no considero esto el final en el tema. Quizás alguien me trae el uso de la palabra “carajo” en un texto viejo, con el uso que le achacan. Puede que en alguna edición antigua que no he revisado, indiquen que la canastilla en los barcos se llamaba “carajo”.

Mientras no sea así, considero ese cuento como un disparate para crédulos.

Ahora, me despido, y me voy a la cofa.

Alexis Sebastián Méndez ©

8 de julio de 2024

Deja un comentario