La “no defensa” del chiste sobre la isla basura

Antes de indignarme con el comediante que comparó a Puerto Rico con una isla de basura, quise entender el chiste. Estoy seguro de que muchos de los colegas que trabajamos con el humor hicimos lo mismo.

No soy comediante, pero me considero humorista a través de la escritura. Bien sea como autor de la desaparecida columna semanal “La vida misma” en Primera Hora, en mis observaciones en las redes, como libretista, o en mi diario vivir, he enfrentado incontables situaciones en que uno de mis chistes es malinterpretado o sacado de contexto, mientras se me acusa de pobre calidad humana (o que soy un mierda, vamos).

Los que trabajamos con el humor nos frustramos. Sabemos que no todos los chistes gustan –inclusive, somos los más pesados para poder disfrutar un chiste ajeno– pero nos limitamos a la respuesta sensata y certera: No nos reímos, juzgamos el chiste como malo, y seguimos hacia adelante. Este juicio duro sobre quien hace un chiste nos resulta injusto, porque nuestra intención es alegrar, mientras que otros prefieren buscar crueldad y arrogancia en nuestro gesto.

Hace unos años, decidí entender las raíces y efectos del humor (los humoristas y comediantes, curiosamente, esquivan este tema, pues prefieren pensar que poseen un instinto cómico que no se rige por técnicas definidas, y que solo celebran la libertad de expresión). Aun me encuentro estudiando, pero tuve que reconocer el aspecto del humor que causa tanta desconfianza: Su poder para agredir.

Ya regresaré a ese punto. Antes, voy a “tratar de defender” el chiste de la controversia.

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Tony Hinchcliffe, durante el cierre de campaña del candidato presidencial Donald Trump, compartió las siguientes palabras:

“Hay, literalmente, una isla flotante de basura en el océano ahora mismo. ¿Creo que su nombre es Puerto Rico?”

Tan pronto las redes explotaron en protesta, quise entender el chiste. Vivimos en una sociedad en que la gente no quiere llegar tarde a la indignación, aunque haya que brincar los pasos del entendimiento. Podía ser otro caso de chiste mal interpretado, o de mera reacción por ser el objeto de la burla (los boricuas somos delicados en esto, aunque no escatimamos en reírnos de otros).

Así que busqué la primera fuente de distorsión: El contexto. ¿Era esto parte de una rutina? ¿Era continuidad de otro punto, o preparación para un giro? Otros aspectos: ¿Estaba en personaje el comediante? ¿Cuál era el tono usado?

El chiste resultó ser tal como se ha presentado en el clip en las redes: Es un “bit” dentro de la rutina del comediante, sin continuidad posterior.

Ahí me entró otra duda: Es un insulto demasiado directo para pasar por chiste (más adelante abundo en esto). Lo pongo de otra forma: No tenía estructura de chiste. Hagamos una pausa para la teoría.

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Los chistes tienen un arreglo sencillo: Estableces una premisa en la cabeza del espectador, y cierras ofreciendo lo opuesto. Aquí un ejemplo:

El urólogo me engañó: Me dijo que si me operaba, no tendría hijos. Cuando vuelvo a la casa, todavía estaban allí.

Otra cosa que detestamos los humoristas: Tener que explicar un chiste. Pero hagamos el ejercicio, solo para entender el funcionamiento. El chiste anterior pone una idea en la cabeza del receptor: Que quien nos habla, no desea concebir hijos. Entonces el “punch” (cierre cómico) es que se refiere a hijos ya existentes.

–He dejado las drogas.

–¿Cuál es el problema?

–Que no recuerdo dónde.

Haces creer que se refiere a dejar el vicio, pero habla de la localización física de las drogas.

Las variaciones en los chistes conllevan lo mismo: Se establece algo, y hay un giro. Aquí se habla de un tiempo verbal, pero se hace referencia a otro tema por similitud en el sonido de la palabra (una especie de «pun»)

Maestra, ¿qué es el bullying?

¡Escuchen! ¡Qué es el bullying, pregunta este morón! ¡Jajajaja! ¡Pendejo!

La expectativa es que la maestra reaccionará contra el bullying, pero el giro es que ella es partidaria practicante.

–¿Tienes Wi-Fi?

–Pues sí.

–¿Cuál es la clave?

–Tener dinero y pagarlo.

Este último ejemplo es el tipo de “sorpresa” en los chistes que aplica al caso de Hinchcliffe: Una palabra tiene significado doble. Aquí, la “clave” mencionada se refiere a “contraseña”, pero recibe un segundo significado como “fórmula para éxito”.

Y aquí viene la «isla flotante de basura»…

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Convencido de que Hinchcliffe debe haber tratado una estructura de chiste, busqué si existe tal cosa como “isla flotante de basura”.

Si busca en Google “floating island of garbage”, encontrará que es un término existente, y se refiere a cuerpos que se han formado en los océanos, que acumulan basura lanzada al agua. La más grande es casi tres veces el tamaño de Francia, con un estimado de casi 2 billones de plásticos.

Isla de basura. Real.

Entonces, el chiste cumpliría con el formato: Se establece una idea (que se trata de, en efecto, una de estas islas de basura, imagen que quiso reforzar al usar la palabra “literalmente”), y viene el giro inesperado: se refiere a una isla real, en este caso Puerto Rico. “Basura” pasa del significado “real y físico”, a tener el significado peyorativo.

Así que, cuando Tony Hinchcliffe acusa a sus detractores de “no tener sentido de humor” (la defensa predilecta de nosotros, los humoristas) y muchos salen a defenderlo indicando que es “su tipo de humor”, puede haber algo de razón.

Pero aquí viene el área gris y controvertible que los humoristas rechazamos aceptar: Que los insultos y ataques se pueden escudar detrás del humor. ¿Tenemos aquí un caso de camuflaje?

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A pesar de la presencia constante del humor en nuestras vidas, es un aspecto que apenas recibe atención de las artes y la ciencia. De las pocas figuras influyentes que le han dado importancia, se encuentra el llamado padre del psicoanálisis: el controvertible Sigmund Freud. Inclusive, en 1905 publicó un libro titulado: “Los chistes y su relación con el subconsciente”. Para Freud, los chistes son, como los sueños, expresiones del subconsciente, en que expresamos deseos reprimidos o ideas que serían censuradas. En su explicación, los chistes son formas de agresión y desahogo socialmente aceptadas.

Buscaba algo de Freud para que esto luciera «serio», pero me encuentro otro ejemplo de humor: Se usa «id» en referencia al término usado por Freud, y como «identificación»…

Esto será siempre el punto de conflicto. Muchos humoristas nos frustramos porque tratamos de crear una reacción favorable (risa), pero nuestras intenciones son malinterpretadas como hirientes. Pero hay que reconocer esta realidad: Muchos tapan sus insultos y ataques bajo el disfraz del chiste, usando el humor como una capa de inmunidad. Basta ver la explicación del “bully” (“Estoy vacilando contigo”), de las marionetas que destruyen reputaciones (“Es humor”), o de columnistas que disfrutan destartalar la imagen pública de personalidades (“Tienen que aprender a reírse de sí mismo”) para comprenderlo.

En el caso particular de Tony Hinchcliffe, tenemos la defensa vaga de que “es su tipo de humor”. Este comediante es popular por lo que se conoce como “roast comedy”, para lo cual no tengo traducción justa, pero es un fenómeno que se origina (o al menos se populariza) en Estados Unidos. En este tipo de ejercicio, hay una figura de honor, y otros toman turnos insultándole con humor.

Esto es una manifestación de la llamada “comedia del insulto”, por la que se hizo famoso el comediante Don Rickles (para ustedes: “Señor Cara de Papa” en las “Toy Story”). Muchos siguieron el famoso truco de Rickles en sus rutinas: Iba por el público insultándolos, burlándose de su origen, su físico, vestimenta, o cualquier otro aspecto.

La explicación, por tanto, es una de dos:

1) Tony Hinchcliffe estaba haciendo uso de la “comedia de insulto”, nos tocó a los boricuas ser el punto, y lo que ocurre es que no tenemos sentido de humor.


2) Tony Hinchcliffe aprovechó el pasaporte del humor para insultarnos.

Sospecho que es la segunda, por lo que nos queda de análisis.

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Un aspecto que muchos ignoran en el humor, es que no se trata solamente de quien origina el chiste, sino del receptor esperado. Por eso no me quejo de los chistes que no disfruto. ¿Son chistes muy gastados? Muy bien, hay quienes gustan la repetición. ¿En ese show hablan muy sucio? Ok, pues no es para mí. ¿Los supuestos stand-up comedians hacen demasiados chistes sobre drogas? Ah, no los entiendo, el público es otro.

El chiste, por tanto, es una relación entre quien lo da y quien lo recibe. Usted no hace los mismos chistes a sus amigos, que a un desconocido, que en una reunión de trabajo. Inclusive, cambia la percepción si algo lo puse en mis redes, a fui a su página a postearlo. El entorno es importante para juzgar el chiste.

Cuando Tony Hinchcliffe se refirió a Puerto Rico en “chiste” como una isla de basura, estaba en una convención del Partido Republicano. Más bien: De la nueva manifestación del Partido Republicano, con una actitud abiertamente hostil contra los inmigrantes. Y los boricuas, por más ciudadanos americanos que se declaren, siguen siendo vistos como inmigrantes. Esto no es comentario “anti-Trump”: Ya ellos han expresado no apoyar la estatidad (prueba de que no nos ven como parte de ellos).

Digamos que Hinchcliffe, para su chiste, pudo haber usado cualquier isla (siguiendo la presunción de que solo seguía el formato que ya explicamos) y que, pues, nos toco y lo hemos cogido a mal. No creo: Los comediantes de profesión saben trabajar para su público. “Cuba” hubiera sido un país más fácil de pronunciar, y más a tono con el sentimiento anticomunista. Pero los cubanos en exilio son, en su mayoría, fuertes “trumpistas”, mientras que los boricuas tienen reputación demócrata (dicho por los propios republicanos al oponerse a la posibilidad de estadidad). Había muchas otras posibilidades, pero el atacado propicio debía ser Puerto Rico.

Hay otro punto que considero desde el punto de vista de escritor de chistes: La premisa se debe entender. Si el uso de “islas de basura” era para el giro inesperado del chiste, estaba usando un concepto muy poco usado, y hasta casi desconocido. Gran parte del público no lo iba a entender. Pero de todas maneras lo escogió, lo que me hace pensar que, más que considerar cuán efectiva era la referencia, le interesaba el valor como insulto.

¿Qué tal sobre el género que le caracteriza? ¡Es “humor de insulto”! No, no lo compro. En el caso de los mencionados “roasts”, el “ofendido” se ha ofrecido para ser el punto de los chistes. En el caso del público en un show de “stand up”, se han presentado conociendo los riesgos. Puerto Rico no aceptó ser parte de la rutina de Hitchcliffe.

Mi conclusión: Esto no es un caso de un chiste basado en insulto; es un insulto disfrazado de chiste. Dos cosas muy diferentes.

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El humor es una de las expresiones más valiosas que tenemos: Brinda destellos de alegría (por eso compartimos tantos memes con la gente que queremos), estimula el pensamiento, y nos ayuda a liberar la tensión en temas que pueden causar ansiedad.

Pero, aunque los humoristas detestemos reconocerlo, los chistes pueden ser disfraces para insulto. No estoy sugiriendo que nos cerremos a disfrutar de los chistes y los usemos para juzgar a quien los comparte (la inmensa mayoría de los humoristas lo único que desea es divertir, se los juro), pero quiero dejar claro de que tampoco podemos ser tan inocentones de obviar agresiones verbales. En caso de duda, prefiero ignorar.

Y debiera ignorar el chiste de Tony Hinchcliffe. Bueno, en realidad lo ignoro, porque en esto sus defensores tienen razón: Un chiste es tan ofensivo como le permitamos que nos ofenda. Pero no deja de alertarnos de una actitud peyorativa hacia la isla, no solo de parte del comediante, sino de todos lo que allí le apoyaron. No les deseo mal, solo que se hundan en una isla de basura.

Cualquier oportunidad es buena para una foto de esta isla. La amo, aunque la usen para chistes.

Alexis Sebastián Méndez  © – 28 de octubre de 2024

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