Bad Bunny, malas palabras, canciones de antes, y la historia de los chistes

“Bad Bunny” continúa encojonando a muchos.

Empiezo así, porque debo advertir que hay malas palabras en este ensayo.

Parto con la premisa de que todos conocen de quién escribo, y cuáles son las controversias que rodean su éxito. En particular, me referiré al contenido de sus canciones y el lenguaje usado.

La más reciente afrenta de “Bad Bunny”: Haber ofrecido un concierto para todo el país (un evento innovador, unificador y, sin dudas, histórico), en donde ofreció letras inspiradoras como:

Porque la noche de anoche fue (eh eh)
Algo que yo no puedo explicar (eh eh)
Eso era dando y dándole sin parar
Tú encima de mí, yo encima de ti (oh oh)

Y es que estoy arrebatao’
Pensando en toa’ las veces que te lo metí
Pensando en toa’ las veces que estuve pa’ ti
(Pa’ ti, pa’ ti, pa’ ti)

Diablo’, qué safaera’
Tú tiene’ un culo cabrón
Cualquier cosa que te pongas rompes la carretera (la-la-la-la-la)

El artista, preocupado porque hay quienes no disfrutan su música

No hice una búsqueda de los “más terrible” para estos ejemplos: Busqué dentro en los tres primeros títulos que identifiqué, y tomé unas líneas.

Aquí hay otra:

Al llegar la madrugada

Es la hora de dormir

Si la luz está apagada

¡Chiquitiquiti chiquitiquiti!

¡Chiquitiquiti chiquitiquiti chiquitiquiti chiquitiquiti!

¡Chiquitiquiti chiquitiquiti!

No sé ustedes, pero estoy seguro que el “chiquitiqui” se refiere a sexo.

Oh, espere. Esto es un éxito de nuestra cantante Lissette, sobre la rutina del hombre casado. Pronto cumplirá 50 años de haber acaparado nuestra radio.

“Bad Bunny” habría sido más explícito. Pero la idea, es la misma. Ahora, para entender la diferencia en el lenguaje usado (“chiquitiqui” vs “chingar”), puede ayudarnos la historia de los chistes.

Qué pintan los chistes en todo esto

Durante los pasados 18 meses, he estado haciendo una investigación sobre la historia de los chistes en Puerto Rico, para un libro que estoy desarrollando sobre ese tema.

Existe una percepción muy fuerte de que los chistes de antes eran “más limpios”, queriendo con esto decir: desprovistos de sexo, y con lenguaje libre de “suciedades” (me siento inclinado a referirme mejor a “palabras socialmente censuradas” –por ejemplo, no se decía “maricón” pero podía usarse “pato”, a pesar del uso peyorativo de ambas en casi todos sus contextos).

Esta percepción me atrevo a achacarla a dos razones principales:

  • Parte de las costumbres de géneros, en el pasado, era que “no se habla malo frente las damas ni los niños”. Esto, por tanto, limitaba mucho el uso del lenguaje en el diario vivir.
  • Los medios de comunicación masivos (prensa, radio, televisión), que eran las fuerzas dominantes para relacionarnos en el país, tenían duras medidas de censura en el lenguaje.

Debido a todo lo anterior, y por insistencia de generaciones previas, este tipo de lenguaje y tema no era común.

¿Pero es esto cierto?

Las presiones sociales y las restricciones en los medios, dificultaban que se propagara. En cambio, es muy distinto presumir que la gente no lo disfrutaba.

El libro de chistes más viejo conocido tiene sobre 2500 años,  e incluye chistes de sexo, de “peos”, de cuernos y muchos más. En la Edad Media, el humor escatológico (para que no busque en “google”, me refiero a chistes “sobre mierda”) era muy popular.

Durante gran parte del siglo pasado, abundaron las revistas de chistes sucios (para las cuales escribían, en anonimato, algunos libretistas locales), así como discos de corte pornográfico, como las aventuras de “Chucha la Loca”. En particular, es memorable “Simeón el Bárbaro”, con canciones con títulos como “La chocha prieta” y “El comeculo”.

Ejemplo de las canciones presentadas por «Simeón el Bárbaro»

Estas revistas y discos, cuando he dado con ellos, no incluyen marca de editorial o sello discogrִáfico. Tampoco incluyen créditos (debido a la repercusión en imagen), todo lo cual me ha dificultado seguir la historia.

En mi adolescencia, conseguí una cinta de “Simeón el Bִárbaro” en una tienda del Paseo de Diego en Rٌío Piedras. Tuve que pedirla al cajero, y la sacó de un escondite dentro del mostrador. El chiste sucio era “underground”, como el reguetón en sus comienzos.

En los 70, se rompió parte de la tapadera con los discos de Álvarez Guedes. Conseguir el disco más reciente de sus chistes con malas palabras, era motivo para una reunión entre amistades. Algo que fue determinante, es que Guedes tenía un sello discográfico con mecanismos de amplia distribución (su sello “Gema” fue el primero en grabar a “El Gran Combo”).

Un coleccionista de discos, que por años se dedicó a amenizar fiestas, me contó sobre las actividades en la residencia de un político famoso. En las horas finales, un grupo de políticos se reunía en un rincón y le pedían que pusiera a “Chucha La Loca”, “Peñaranda”, y otros “discos sucios”.

En resumen: Una cosa es que no se aceptara la divulgación de estos temas y lenguaje; otro es que no se disfrutara.

El humor en las canciones

La historia de los chistes y las canciones, como vemos, tienen muchos paralelismos. Ambos son reflejos sociales y de la época, están sujetos a las restricciones de sensibilidad social y medios de propagación.

Tengan la salsa. Las raíces de la salsa (y la música tropical, en general) está enriquecida por el humor (“El caballo pelotero” por “El Gran Combo”, es básicamente un chiste con música).

Vean esta letra:

Si te cojo coqueteándole a otro

Ya verás que trompa’ te voy a pegar

Si te cojo guiñándole a otro

Un piñazo en un ojo te voy a dar.

Esta canción es interpretada por Ismael Rivera, el conocido Sonero Mayor. Su compositor no es otro que Bobby Capó, responsable de joyas tan hermosas como “Piel Canela”.

¡Pow. pow., pow! ¡Te voy a dar!

¿Qué podemos concluir de la canción? No vamos a arrastrar todas las contribuciones de estos artistas por lo que consideremos un desacierto. Antes de evaluar la magnitud de la ofensa, hay que ponerla en contexto: ¿Cuál era la actitud hacia los géneros hace casi 50 años? Fíjese que no estamos diciendo que sea la correcta, pero las canciones –y los chistes– procuran presentar el mundo tal cual es, no como debiera ser.

Esto es lo que hace “Bad Bunny”: Refleja unas actitudes y sensibilidades de este momento, no de hace cincuenta años.

Lo anterior fue solo un ejemplo. Podemos ir sobre el “boom” del merengue (“dichoso el hombre casado que se presta a descansar, despierta a media noche saca la mano y ahi ta’”, “mami, ¿qué será lo que quiere el negro?”), algunos discos de Mirta Silva, y muchos más (fíjese que no incluyo las insinuaciones poéticas de canciones de balada; estoy usando ejemplos de música que solo pretende divertir, como en el caso de “Bad Bunny”, algunos géneros musicales, y los chistes).

El argumento de quienes reconocen esto, es el siguiente: “Eso es cierto, pero era sutil, no era explícito”.

Vamos con ese punto ahora. Pero antes, estamos entonces reconociendo que la temática siempre ha gustado, solo que se disfrazaba. Pasemos entonces al lenguaje.

¿Por qué puñeta las malas palabras?

Cuando mencionamos las restricciones que enfrentaban los chistes, hablamos de:

Restricciones sociales por actitud hacia la mujer y los menores:

Las mujeres no quieren –con toda razón– que la sociedad les determine lo que deben disfrutar, lo que les debe ofender, lo que pueden o no escuchar. Esta imagen de feminidad, en que la sociedad debía “proteger” sus oídos, se ha ido desvaneciendo.

En cuanto los  niños, es más complicado. Prefiero compartir una historia personal.

En el pasado, y en una escala molecularmente menor, me enfrenté a este tipo de quejas, debido a los temas y lenguaje que usaba en mi columna de humor “La vida misma”, que se publicaba en Primera Hora (después regreso a esto). En esos tiempos, escribí y produje un enorme éxito teatral titulado “De-Generación 80”. Mis hijas, que no llegaban a los diez años, gustaban asistir a todas las funciones. Alguna gente cercana me reprochó, pues las estaba exponiendo a “malas palabras”.

Mi respuesta era siempre la misma:

“No puedo evitar que escuchen malas palabras. ¿Te crees que no sé que sus compañeros de escuela hablan peor? No les debo enseñar a evitar escucharlas; debo enseñarles a usarlas solo cuando se amerite”.

Creo que la actitud más realista, y que sigue mucha gente, es la que describí.

Restricciones por los medios de comunicación:

Esto es fácil: El Internet.

Ya no hay limitaciones por prensa, radio y televisión. Aunque eran propagadores de ideas, chistes y canciones, también eran su filtro.

Ahora el filtro es el gusto de la gente.

Usemos de nuevo el humor. Las tirillas de los periódicos, han desaparecido. Las más populares de las redes, son irreverentes, agresivas, en ocasiones crueles: todo lo que hubiera prohibido el periódico. “Garfield” ha muerto.

Sospecho que, de haber existido el “downloading” en los 70, “Simeón el Bárbaro” hubiera triunfado con “La chocha prieta”.

Vale señalar que “mala palabra” es un término subjetivo, y que la palabra solo nos parece inapropiada, porque así nos lo enseñaron. Algo así ocurre con palabras como “sobaco” y “teta”, que son nombres aceptados y que en algún momento pasaron a considerarse inadecuados.

Tome, por ejemplo, la palabra “pene”, que era un término obsceno en el latín culto. El término “vagina” era un nombre burlón al órgano sexual femenino, pues deriva de “vaina”, que es el estuche donde el hombre “introduce su arma”. También era sucio hablar de “felación”. Ahora, todas esas palabras pertenecen al vocabulario aceptado del hablar “culto”.

Referencia que usé, para que no jodan conmigo.

Muchos de los vocablos que algunos consideran fuertes en las canciones de “Bad Bunny”, no lo son para otros. Hay un fuerte peso en lo que hayamos aprendido sobre esas palabras, y nuestras actitudes hacia ellas.

Ya, el más “masa”: ¿Ahora vas a defender a “Bad Bunny”?

No defiendo ni ataco a “Bad Bunny”. Inclusive, no entiendo por qué hay tanto de ambas partes.

Dije que regresaría a mi experiencia con “La vida misma”.

Durante mucho tiempo, recibí presiones para cambiar el estilo. Algunos –bueno, muchos– consideraban que era un desperdicio de espacio en prensa, y de oportunidad para hablar de problemas sociales, ya que usaba mi columna para discutir, por ejemplo, sobre lo mal que beso. De la misma manera, en ocasiones colé palabras consideradas “sucias” (no soy partidario de su abuso; me frustra la risa en el teatro solo por su mención sin contexto cómico y, además, abarata su impacto en la intimidad sexual, pero ya estoy divagando). El mensaje era: Si cambiaba mi estilo, podía llegar a más gente.

Aquí viene mi consejo a todo escritor, humorista, artista:

Uno crea para quien aprecia lo que uno hace; no para complacer a quienes no lo disfrutan.

Eso es lo que muchos nos quieren forzar con la llamada “cancelación cultural”: que nos autocensuremos.

“Bad Bunny”, en esto, es más artista que otros “artistas” que conozco: No buscaba ganarse a quienes repudiaban lo suyo. Ahora parecerá que complace a las masas, pero en realidad, el género del “trap” no tenía apenas exposición en los medios. Hizo lo que quería hacer, lo que podía crear, y se ha ocupado en quienes aprecian lo que hace, no en quienes lo repudian.

Otra foto de Bad Bunny, para rellenar.

Otras quejas son relacionadas a frustraciones por la falta de aprecio del público a las voces de cantantes profesionales o compositores de tradición poética.

Entiendo –y hasta comparto – parte de esa postura, pero: Nadie ha prohibido que sigamos escuchando y consumiendo lo que nos gusta. Tampoco nada impide que algunos de estos artistas cuestionen si están limitando sus temas y lenguaje por tradición. Aquí sigo escribiendo mis necedades, aunque quizás vendiera más libros si escribo de vampiras lesbianas que disfrutan del masoquismo con millonarios (hey, suena bien). Cada cual crea y consume a su gusto.

Así que: No hay que atacar o protestar.

De la misma manera, muchos defensores del llamado “Conejo Malo”, están en batallas imaginarias. Hay quienes entienden todo lo que expongo, y –simplemente– comentan que “no les gusta “Bad Bunny”…” Pronto arrancan a atacarle de anticuado, de cerrado de mente, de moralista, de “boomer”… mire, carajo, es sencillo: No nos gusta.

Caramba, si digo que no me gusta la mantequilla de maní, no significa que estoy pidiendo que censuren la mantequilla de maní, o que estoy insultando a los que le gusta la mantequilla de maní. Solo hablo de mis gustos, como lo hace quien asegura disfrutarla. Además, en realidad, me encanta la mantequilla de maní.

La tolerancia debe tratarse en que cada persona pueda disfrutar –y no disfrutar– lo que le venga en gana, sin agresiones verbales por ello.

Lo mismo debe aplicar a los chistes.

No me gustará “Bad Bunny”, pero me encanta su éxito. Más que nada, me fascina ver el “mood” de algarabía que genera en su público. Necesitamos cosas que nos hagan feliz, y si no nos gusta, alegrémonos que hace feliz a otros. Puñeta.

Alexis Sebastián Méndez ©

30 de julio de 2022

3 Comments on “Bad Bunny, malas palabras, canciones de antes, y la historia de los chistes”

  1. Esa es su manera de expresarme en sus canciones. Eso es el trap, le respeto su evito. Une a miles por todo el mundo. No solo en Vega Baja. Una vez vi un concierto de el en America del sur, creo que era el de las Viñas, algo así, pero habían más de 200 000 en el estadio y todos cantaban sus canciones es letra por letra. Que dice la verdad!!! Muy cierto, uso su tarima para recordarle a nuestro famoso gobierno lo irrespetuoso que di son ellos. Y eso parece que les ha dolido mucho. Get over is true. Como dice el gringo. Bad Bunny es reconocido mundialmente y lleva a PR en alto. No escucho su música pero lo admiro por donde ha llegado. PR es reconocido mundialmente por lo que fue e inspira Roberto Clemente; por la corrupción de nuestros politicos y gobernadores; y por Bad Bunny. Quieran lo o no.

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  2. Esa es su manera de expresarme en sus canciones. Eso es el trap, y le respeto su exito. El une a miles por todo el mundo y acabo de parar a todo PR por 3 noches. No solo fue en Vega Baja, fue en todo PR y EU donde se veia la transmicion de telemundo porque yo lo bi en vivo en Texas. Una vez vi un concierto de el en America del sur, creo que era el de Viña del Mar algo así, pero habían más de 200 000 en el estadio y todos cantaban sus canciones, letra por letra. Que el dice la verdad!!! Muy cierto, uso su tarima para recordarle a nuestro famoso gobierno lo irrespetuoso que si son ellos. Y eso parece que les ha dolido mucho. Get over is true. Como dice el gringo. Bad Bunny es reconocido mundialmente y lleva a PR en alto. No escucho su música pero lo admiro por donde ha llegado. Puerto Rico es reconocido mundialmente por lo que fue e inspira Roberto Clemente; por la corrupción de nuestros politicos y gobernadores; y por Bad Bunny. Quieran lo o no. Y vino para quedarse.

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  3. Estoy totalmente de acuerdo.
    En lo personal no me afecta su musica. Pero una cosa puedo decir, el conejo malo llena dondequiera que va. Pues gente no sean “haters” y alegresen por que es un boricua and he is making it.

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