Sobre «Jaws», el fin del cine, y el miedo

CINE / crítica

ALEXIS Sebastián Méndez

Jaws

Protagonistas: Roy Scheider, Robert Shaw, Richard Dreyfuss

Director: Steven Spielberg

Año: 1975

De qué trata: ¿En serio?

Opinión: Los críticos y los amantes de cine tienen razón cuando consideran a “Jaws” como una de las mejores películas de todos los tiempos.

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Lo anterior debe ser la crítica más corta que haya escrito. Voy a ampliar, para presentar otras perspectivas.

La importancia histórica de “Jaws” no es exagerada:

  •  El filme es considerado como el primer “blockbuster”; entiéndase, el fenómeno de “gran estreno” con amplia distribución, cambiando –para bien o para mal– el mercado del cine.
  • La película es estudiada minuciosamente por futuros cineastas.
  • El argumento estableció el modelo para películas de desastres, criaturas gigantes y otras amenazas: El héroe que advierte del peligro, los poderes que anteponen los intereses políticos y económicos, la llegada de la catástrofe.
  • La cinta lanzó al estrellato al director Steven Spielberg, sin duda la mayor influencia en el cine durante las pasadas cuatro décadas.
  • “Jaws” nos trajo un nuevo monstruo al cine: el tiburón. La popularidad de esta criatura no ha tomado descanso en las películas.

La cinta ha regresado durante una semana a pantallas IMAX. Decidí revisitarla en el fenómeno de cine, y esto me llevó de regreso a mi niñez.

Aunque no pude estudiar bien al público en sala, supongo que muchos estaban presentes por valor nostálgico. Cuando pagué mi boleto, le comenté a la empleada de boletería: “Estoy seguro que todos te mencionamos que la vimos en el cine cuando salió”. Su risa me dejó saber que era cierto. Aquí estoy, comprando mi boleto para “Jaws”, a una joven que debe haber sido concebida después de que sus padres regresaron de ver “Jackass: The Movie”.

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El cine era una experiencia totalmente diferente en 1975. Por ejemplo:

  • Como mencionamos, esto fue el primer “blockbuster”, abriendo en 490 pantallas. Antes de eso, un filme tenía un puñado de copias para salas de estreno. Después esas copias pasaban a salas “de segunda mano”, y así se mantenían corriendo durante meses. Por ejemplo, en Puerto Rico, “The Godfather” estuvo presentándose dos años después de estrenar.
  • La vida de una película estaba, por tanto, determinada por el llamado “word of mouth”, o “las recomendaciones de boca en boca”. Esto significa que Hollywood se enfocaba más en la calidad del contenido que en el mercadeo agresivo.
  • No existía VCR. La única posibilidad para ver una película que te perdiste en el cine, era esperando a cuando la pasaran por TV. Sabías que entonces estaría doblada, interrumpida por comerciales y, peor aún, cortada (para competir con la televisión, el cine aumentó durante los 70 su contenido de lenguaje “inapropiado”, violencia explícita, y sexo).
  • Los cines de estreno eran más caros que los llamado “cine de segunda mano”, o “cines de barrio”. Por tanto, había un elemento de estatus social si veías una película durante su estreno.

Todo lo anterior resultaba en que, quienes veían una película durante estreno, se precipitaba a contarla a otros, para darse “standing”. No conocíamos el término “spoiler”, pues las clases menos privilegiadas (los de “cine de segunda”) pedíamos que nos contaran el filme: Esperar al cine de barrio (en mi caso, el cine Roosevelt en Hato Rey) podía tomar medio año, y si por alguna razón no podíamos verla entonces, era casi un “adiós para siempre” a la película.

Así que, cuando vi “Rocky”, ya sabía que perdía. Me conocía “El exorcista” de memoria, aún diez años antes de que finalmente me atreviera a verla. Y cuando fui “Jaws”, ya sabía cuándo tener miedo. Del miedo ya hablaremos.

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La historia sobre la producción de “Jaws” es conocida por todos los fanáticos del cine. El filme habrá llegado a convertirse, en su momento, en el filme más taquillero en la historia del cine, pero durante su filmación, Steven Spielberg presentía que marcaría el final de su joven carrera.

La película tiene tantos aciertos que es difícil pensar en tal pesimismo: La música de John Williams es apropiada e insuperable, las actuaciones son estupendas, los diálogos memorables, el suspenso muy bien trabajado, y Spielberg demuestra su talento para explotar el potencial narrativo de la cámara.

En cambio, uno de los mayores aciertos del filme, resultó ser accidental.

El presupuesto de la pelٳcula estaba inflado por la creación de un tiburón mecánico. El artefacto causó muchísimos problemas durante la filmación, pero lo peor fue el resultado final. Cuando Spielberg vio a su tiburón en las escenas, se veía terriblemente falso. Era dinero botado.

Aquí viene una lección para aplicarnos en la vida.

Spielberg decidió reducir marcadamente la presencia del tiburón en la pantalla, remplazándolo por el punto de vista del animal, o marcando su presencia con la icónica melodía. Sus apariciones son muy breves para distraernos en cuán real o falso se ve (es curioso, pero su aspecto le hace aún más temible y frío, y funciona mucho mejor que las creaciones modernas por computadora).  

Los críticos enloquecieron: aplaudían la técnica del director para crear suspenso “escondiendo” el monstruo, y solo sugiriendo su presencia. Los filmes subsiguientes de bestias de la naturaleza copiaron este estilo.

Spielberg convirtió una debilidad en fortaleza. Buena enseñanza.

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El mérito de “Jaws” no está en el tiburón. La clave es los personajes del filme. El cine suele distraerse mucho en el monstruo; pero una amenaza solo funciona si simpatizamos o nos identificamos con quienes están amenazados.

La película está dividida en dos partes. La primera mitad nos presenta el terror que siembra el tiburón en la playa de Amity. La segunda mitad gira alrededor de la misión para cazar la bestia. Tenemos aquí a “Brody”, jefe de la policía (Roy Schneider), “Hooper”, un experto en tiburones (Richard Dreyfuss) y “Quint”, un llamado “lobo del mar” (Robert Shaw).

Muchos de quienes estudian la película, encuentran en “Jaws” unos niveles de profundidad y estudio del carácter humano, que no identifican quienes buscan el espectáculo de entretenimiento de un tiburón gigante.

Ver el filme nuevamente, sobre 40 años más tarde, me permitió apreciar la complejidad de los personajes. El tiburón es sencillo. Nuestros héroes no lo son.

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“Jaws” ha sido culpada por la comunidad científica, varias veces, por la reducción en la población de tiburones.

Después del filme, surgieron competencias de pesca de tiburones. Agarrar un tiburón blanco era considerado –por decirlo de alguna forma– algo “muy macho”.

Resulta interesante que “Jaws” regrese a las salas cuando el cine se encuentra camino a la extinción.

Hay mucha resistencia a este punto de vista, pues quienes aman el cine, aseguran que la experiencia de la película en una sala de cine es inigualable. Pero tampoco es lo mismo hojear un periódico que mirar la pantalla de la computadora; no es igual olfatear una revista y marcarla, que leer los artículos “on line”; no compara un libro a un “download”. Ya sabemos cómo va la suerte de esos medios.

Decir que la gente buscará la pantalla gigante es optimismo y resistencia. Muchos se conforman viendo películas en el celular. El mundo se dirige al consumo personalizado: a tu hora, y en las porciones que desees. El horario de tanda de cine, y la incapacidad de pausa, son grandes desventajas en el consumo moderno. Todavía, al igual que en mi tiempo, sigue “halando” el “guille” social de ver la película antes que los demás, pero tan pronto el “streaming” permita esa satisfacción, no hay razón mayor para ir a una sala.

Este fin del cine ya se ha advertido antes, primero con la llegada de la televisión, después con el VCR. Lo que lo hace preocupante en esta ocasión, es que los estudios están siendo cómplices en el cambio. Ya vemos que han creando sus propios canales de “streaming”. De esta manera, no hay que compartir las ganancias con las cadenas de cine.

Esto es cuestión de tiempo.

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El tema oculto en “Jaws” es el miedo, y las distintas maneras de enfrentarlo.

“Hooper” sufre un complejo por lo que hoy llamarían “masculinidad tóxica”, pues reconoce que ha sido muy académico, y no “se ha ensuciado las manos” como “los verdaderos hombres”. Esto es algo que “Quint” le recuerda y reprocha con frecuencia.

Aunque “Hooper” actúa como si fuera indiferente a estos ataques, se enfrenta en un duelo de “historias de heridas físicas” contra “Quint”, que si bien ayuda a unirles, es su manera de querer mostrar rudeza masculina. Por esto también se ofrece meterse en la jaula y enfrentar el tiburón. “Hooper” es el miedo por las inseguridades personales.

“Quint” es más complicado. En un momento, describe una traumática experiencia durante la guerra, en que varios compañeros fueron devorados por tiburones. Aquí descubrimos que el odio a los tiburones es su motivación.

Resulta interesante que, aunque “Quint” es quien luce más rudo, recurre al mayor acto de cobardía. Cuando el tiburón logra sumergirse a pesar de ya tener tres barriles arponeados en su cuerpo, el personaje decide huir. “Quint” –quien ya se ha hecho el más “macho”– justifica su regreso en dirección a tierra, diciendo que va a tratar de llevar el tiburón a aguas menos profundas para atraparlo. Su rostro, su apuro a pesar de los problemas en el bote, nos indican que se trata de miedo.

“Quint” ha estado manejando este miedo toda su vida, convirtiéndolo en odio. Y el odio es irracional; por eso en un momento destruye la única manera de pedir auxilio. Tiene miedo de tener miedo (repetición intencional) ante la amenaza del tiburón.

“Brody” está castigándose por su cobardía. El protagonista vino desde la policía en Nueva York a este pequeño pueblo, por razones no especificadas, pero podemos imaginar que era buscando una vida con menos peligros para su familia.

En una de las escenas más poderosas del filme, la madre de una víctima del tiburón le reprocha a “Brody” por la muerte de su pequeño hijo. Resulta que, después de la primera víctima, el jefe de la policía sugirió cerrar las playas, pero el alcalde se opuso. La adolorida madre le abofetea; cuando el alcalde reconoce que fue injusto acusarle, el mismo “Brody” acepta que ella tiene razón.

Después de que uno de los hijos de “Brody” casi se convierte en víctima, el cargo de consciencia por su cobardía es un peso demasiado grande: Su familia está allí por su culpa; y las playas se mantuvieron abiertas porque no tuvo el valor de continuar presionando a los poderosos. Ahora debe vencer otro de sus miedos: el mar. “Brody” tiene que hacer penitencia.

Como entretenimiento, el tiburón es un monstruo. Para los que buscan otros niveles de interpretación en la historia, el tiburón es nuestros miedos.

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El cine Roosevelt estaba repleto. Mis padres no eran personas de cine, pero los vecinos nos llevaron a mi hermana y a mí. Estaba viendo “Jaws” después de seis meses de su estreno en Puerto Rico. Ya me conocía la película, así que antes que descubrieran una cabeza descompuesta en un bote abandonado, ya tenía los ojos cerrados. Cierto, todavía no tenía diez años de edad, pero hoy en día, chicos menores de esa edad ven cosas peores hasta en los videojuegos.

Cuando estábamos disfrutando uno de los finales más tensos en la historia del cine, escuchamos a varios de los presentes quejarse. No nos habíamos percatado, pero mi hermana –que entonces tendría siete años de edad– había abandonado su asiento, y veía la película desde el lobby, manteniendo la puerta abierta, dejando que la luz molestara a muchos.

Todos tenemos nuestra manera de bregar con los miedos.

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La sala no tenía mucho público cuando vi la película este pasado Día del Trabajo. Hay muchas explicaciones: Esto suele reconocerse como un fin de semana pobre para el cine; era una tanda en la tarde; había mucha lluvia. Ah, y el cine va decayendo. O quizás no.

Aun así, estaba satisfecho porque, si lo piensa, no debía haber nadie en el cine: la película es muy vieja, y está disponible para ver por otros medios.

Ninguno de quienes estaban en sala –les juro que esto es cierto– usó su celular en algún momento.

Esto significa que, sí, queda público que ama la experiencia comunal de una buena película. Ojalá nos hubiéramos atrevido a vitorear cuando explotó el tiburón, como ocurrió en 1975.

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“Jaws” funciona, como hemos explicado, por el talento de Steven Spielberg, y por lo acertado del elenco. La película, por otro lado, no funcionaría si se hubiese filmado en la actualidad.

Les explico: Los tres personajes principales son hombres blancos.

Hoy sería una mujer, un hombre negro y un oriental. El alcalde quizás quedaría como un hombre blanco.

No quiero desviarme al tema de la inclusión, porque es un tema enredado. Estoy de acuerdo en que, por mucho tiempo, ha habido una desproporción en las representaciones en pantalla. Pero esto no debe solucionarse sacrificando realismo.

Cuando digo “sacrificando realismo”, pienso en películas en que mujeres de cien libras pelean a golpes contra hombres que tienen más del doble del peso; o filmes de época que presentan a personas de tez oscura en posiciones de poder o de aceptación social, negando –sin darse cuenta– las injusticias históricas que han sufrido.

“Jaws” se desarrolla en un pueblo en la costa noreste de Estados Unidos. Es un pueblo de playa, por lo que tiene casas vacacionales, que suelen pertenecer a clases más privilegiadas. En los 70, estos personajes hubieran sido, con mucha probabilidad, hombres blancos. No es un asunto de sexismo, racismo o privilegio. Se trata de que esa era la realidad. El cine realista presenta el mundo como es; no como quisiéramos que fuera.

El realismo es importante para que el público acepte mejor la ilusión del cine, y crea que está sumergida en una historia real (perdonando la redundancia). Por eso Spielberg estaba tan preocupado por el tiburón.

Vea a los tres protagonistas: Ninguno es persona atlética, o tipo modelo. Lucen reales. Hoy tendríamos a Chris Pine, o a Chris Hemsworth, o Idris Elba. Quizás a Margot Robbie. Todas son bellezas excepcionales, que no lucen como personas promedio.

La actual inclusión en los elencos es una hipocresía. Tan pronto se considere a los feos como una minoría en moda, quizás regresemos al realismo, aunque sea de manera accidental.

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Salí satisfecho de “Jaws”. Tenía miedo que me pasara como con muchos clásicos, que devalúan con el tiempo, y sentimos que la memoria nos traicionó, pero esta película es una verdadera joya del cine.

Estuve feliz con pasar tiempo con otros amantes de cine, que abrazan la experiencia del filme en pantalla gigante, compartida con desconocidos. Tengo miedo con el fin del cine, pero quizás mi pronóstico está equivocado. Espero que el cine no desaparezca, o si lo hace, que sea después de mí.

Me sentí contento de recordar los tiempos en que el cine no tenía miedo para presentar el realismo de sus historias.

Más que nada, me encantó encontrar otro contexto a la película, y que todos debemos enfrentar nuestros propios miedos, o nuestro propio “tiburón”.

Alexis Sebastián Méndez ©

6 de septiembre de 2022

Hasta el afiche es famoso
«Quint», «Brody», «Hooper»… ninguno habría sido héroe de Marvel

No recordaba esta aparición inesperada del tiburón, así que volví a brincar, más de 40 años después

2 Comments on “Sobre «Jaws», el fin del cine, y el miedo”

  1. Máster, ¡gracias! He sido su fan por par de décadas y cada vez su escritura mejora. Usa la honestidad, la nostalgia, el sarcasmo y la sencillez para entrarnos en la lectura y hacernos sentir que uno está hablando con un “pana”. Viaje con usted a la niñez y recorrí la historia del cine. El estudio de los personajes en poco tiempo, impecable. Mi bachillerato es en psicología y se usaban muchas películas en las clases, usted me recordó los análisis de los profesores. No deje de escribir por favor.

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